『֍』❝¿Donde aprendiste a pelear asi?❞
❝Cuando pasas catorce años de tu vida huyendo de tus problemas, aprendes un par de cosas.❞『֍』
Kiara Potter estaba perdida. No físicamente, sólo mentalmente. Ella creía que luego de la muerte de Voldemort, su vida...
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Narra Kiara — 17/06/2000
Ya habían pasado seis meses desde la última vez que estuve en los Estados Unidos, cuando me tuve que ir de repente por lo que estaba pasando aquí en Londres, con Tonks. También había pasado un mes desde que nuestra caza de los mellizos Lestrange había acabado.
Ya iba un mes desde que la pequeña Delphini se había integrado a la familia Potter. Era una pequeña bastante callada. Nunca lloraba, y tampoco hacía berrinches. Muy diferente a Nova.
Harry y Harleigh le habían agarrado cariño a Delphini, pero Thomas más que nadie. Dos semanas después de que Delphini llegara a la mansión Potter, Thomas trajo a su novia, Astoria, para conocer a Delphini. Las dos se llevaron bien, sumando a Astoria a la larga lista de personas que rápidamente se encariñaron con la pequeña pelinegra.
Por otro lado, yo aún no me le acercaba mucho. Si es cierto que yo había dicho que Delphini no sería mi responsabilidad, y de verdad que lo dije en serio.
No podía dejar de pensar en lo que había dicho Cassiopeia sobre Delphini. He de admitir que en varias ocasiones quise ir a la mansión de los Notts, para interrogar a Leonardo. Pero sería una pérdida de tiempo. Leonardo nunca admitiría algo como eso. Así que solo me quedaba una opción.
El anillo de Harriet, mi tía, la que ha estado muerta desde 1943.
Todavía seguía en el sótano de la mansión, donde lo dejé hace más de veinte años. En la misma cajita marrón, escondida detrás de un ladrillo flojo en la chimenea.
Antes de usarlo, me aseguré de encerrarme en mi habitación, y también tuve que usar unos hechizos para evitar que Harriet se apoderara de mi mente. Nunca puedes estar lo suficientemente protegido de una bruja como Harriet.
Al abrir la pequeña caja marrón, fui golpeada por una cortina de polvo, provocando que tosiera fuertemente. Lo raro es que el anillo seguía igual de brillante, como si nunca hubiera sido tocado por el polvo. Lo saqué de la caja para analizarlo mejor. El delicado oro a los lados, con los pequeños destellos verde esmeralda que iban a la perfección con la piedra en el centro, del mismo color esmeralda, e incluso más brillante. Demasiado brillante, de hecho. Podía ver mi reflejo con facilidad, pero... había algo raro.
Mi pelo seguía siendo rubio, pero en mi reflejo se veía negro, y estaba sonriendo pícaramente, lo cual no coincidía en lo absoluto con la expresión de confusión en mi cara.
—Vamos, Kiara. Ponte el anillo —dijo el reflejo. Conocía esa voz. Era la de Harriet—. Ponte el anillo —repitió, pero esta vez en un susurro.
—¿Cómo estás haciendo eso? Se supone que tu magia sólo sirve cuando alguien se pone el anillo.
—Ay, por favor, Kiki. Ya deberías saber que mi magia no tiene límites —sonrió Harriet malévolamente—. Ahora, ponte el anillo.
Hice lo que dijo, no porque ella lo haya pedido, sino porque en verdad necesitaba respuestas. Me puse el anillo en mi dedo anular derecho, cerré los ojos y respiré profundo.
