Relatos Sobrenaturales

Bajo Un Paraguas

La lluvia no había cesado desde hace horas. Empezó en la tarde y todavía sigue a altas hora de la noche. Muchas personas estarían cómodamente en sus casas por este clima, siendo protegidos por el techo de la misma. Pero aquel sujeto con un paraguas, bajo la iluminada luz amarillenta de un poste, fue el caso contrario. Ese objeto era su techo.

Se mantenía callado, y su mente se encontraba en un pleno lapso de impaciencia. Estuvo como veinte minutos allí parado, esperando un taxi. Su respiración era pesada, esa máscara en la cara lo estaba dejando sin aliento. Sus manos lo hacían incomodar un poco, los guantes de látex lo estaban poniendo nervioso. Quizás esta sería la última vez que los usa.

Habían mujeres semidesnudas corriendo a los gritos. Salían aterrorizadas de un edificio bastante grande donde, frente a ellas, se situaba el sujeto del paraguas bajo esa sombría luz. A este no parecía importarle lo que pasaba detrás de sí.

Pasó un coche amarillo doblando en la esquina izquierda de la avenida. Se detuvo frente al enmascarado, quién entró velozmente. El conductor, un hombre mayor, lo miró por el retrovisor, y se estremeció al mirar esa máscara oscura, que solo tenía dos huecos pequeños con forma de ojos. Parecía llevar en su auto la mismísima oscuridad en carne y hueso, con grandes manchas rojas en su esmoquin y sobretodo, en el asiento de atrás.

—¿A dónde desea ir? -preguntó el viejo

El escalofriante hombre cubierto movió ligeramente la cabeza mirando al que tenía enfrente -o eso creía el hombre mayor-, y se asomó para dejarle una tarjeta. Esta fue tomada cautelosamente por el que manejaba. Nada raro, solo una dirección escrita. En ese silencio inquietante y sombrío, el auto comenzó a andar.

—Eres raro, ¿sabes? —declaró el taxista.

El pasajero solo suspiro, sintiendo una relajante paz en ese cómodo asiento, mientras que el auto se hundía en la profunda y poco visible calle. A su vez, se escuchaban gemidos de sirena provenientes de patrullas en la lejanía.