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Aquel día Seungmin venía de hacer un examen, un examen que le había salido bastante mal. Jisung le había animado diciendo que de todas formas él aprobaría, que no haber leído bien el enunciado en una pregunta no le restaría tanto.
Pero Seungmin no podía evitar seguir sintiéndose mal, porque sentía que sus estudios era en lo único en lo que progresaba, ¿en el resto? No sentía que estuviese haciendo algo útil estando todo el día con su teléfono, pero no podía evitarlo. Era su forma de escapar del mundo.
Se subió al autobús, saludando al conductor a duras penas, dirigiéndose hacia el asiento del medio. Ni siquiera se fijó si estaba Christopher o no. De todas formas, ni agradarle a ese chico sabía.
Suspiró, sabiendo que estaba haciendo de algo pequeño un gran problema, pero él era así, y por mucho que intentase cambiar su forma de ver la vida, no podía.
En algún determinado momento del viaje, alguien se sentó junto a él. Supuso que el autobús estaba lleno, así que lo ignoró. Él solo miraba por la ventana, observando a toda la gente que iba y venía.
No le prestó atención a su acompañante hasta que este le tendió una barrita de chocolate, dándole una reconfortante sonrisa.
—Te ves tenso.
Seungmin se giró completamente hacia Bang, tomando la barrita con cuidado, como si fuese a romperse. Las ganas de llorar aumentaron por el bonito gesto que él acababa de hacer.
—¿Vas a llorar? Lo siento, si quieres ya me voy. No sé cómo hablar con la gente y te vi algo decaído hoy.
Kim negó con la cabeza, frenando a Christopher.
—Gracias, es muy bonito lo que acabas de hacer. Simplemente me conmovió —tocó sus mejillas, como haciendo presión para que las lágrimas no bajaran—. Gracias de nuevo.
—No hay de qué, ¿tu nombre es...?
—Seungmin, Kim Seungmin.
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