Conduje a la princesa hacia unos cambiadores de mi escuadrón, donde almacenábamos ropa que nos serviría para ciertas misiones y armas discretas. Tomé varios pares de mis favoritas, mi pistola reglamentaria y algunos cuchillos con sus respectivas fundas de cuero.
Le había pedido a Patrick que nos alcanzara una mochila, la cual había preparado previamente para este momento, y nos encerramos en el cuarto. Camila lucía insegura, observando los estantes repletos de artefactos que no conocía. La detuve cuando alargó la mano hacia un labial, que de pintura no tenía nada.
―Cuidado, es un labial electroshock ―le dije, con una sonrisa―. Me llevaré uno, por si acaso.
Lo guardé en mi bolso de mano y lo apoyé en la mesada. Abrí el bolso y saqué las prendas más comunes que pude encontrar en mi guardarropa: una camiseta con el logo de Superman en la parte frontal, unos jeans negros y unas zapatillas blancas. Por mi parte, había elegido un pantalón de piernas anchas y cintura ceñida, una camisa corta y un saco a juego con el conjunto color crema. Camila me aplaudió, contenta. De todos los uniformes que me había enseñado, ese había sido uno de mis favoritos. En los pies me puse unas sandalias negras de tacón fino y alto.
―¿Traes maquillaje?
―Por supuesto, ¿qué clase de agente encubierto sería si no lo tuviera?
Extraje mi bolsito de cosméticos y lo apoyé frente al espejo rectangular. Ocupaba toda la pared y ambas podíamos vernos bien. Ella se soltó el pelo y lo desordenó, enredándolo un poco y haciendo una coleta alta. Yo me acomodé las hebras con el cepillo y un poco de gel y me hice un recogido sencillo en la mitad de la cabeza. Apliqué labial rosa, sombra de ojos marrón clara e iluminador en mi nariz y pómulos.
―Pareces toda una princesa ―me halagó, posando sus manos en mis hombros.
―Y tú te pareces a mí.
Era terrorífico el parecido entre nosotras, no dejaría de asombrarme.
―Falta esto ―llevó su mano hacia atrás y se quitó la cadena que rodeaba su cuello. Era una piedra pequeña, oro blanco, deduje―. Me lo dio mi padre antes de morir. Sería extraño que no lo tuviera. Es lo único que mi madre acepta no cambiar.
Sonreí, acomodando la pieza debajo de la camisa.
―Prometo cuidarla.
―Regrésamela cuando todo esto termine.
Asentí y yo me quité la pulsera que rodeaba mi muñeca derecha.
―Esta también me la dio mi papá. No murió, pero está recluido en una institución mental.
Su boca se abrió en una pequeña o y yo negué. Esa historia estaba fuera de los límites todavía. No necesitaba que le dijera que la cuidara con su vida. El instante en el que se la abrochó alrededor de su muñeca lo supe.
―Tenemos que salir ―avisé, cuando escuché tres leves toques en la puerta. Apostaba que sería Patrick.
Camila guardó la ropa que habíamos usado en la mochila y se la colgó al hombro mientras enfilaba para la puerta. Yo me eché un último vistazo. Me recordé que era la última vez que sería Milagros de Salva. En cuanto cruzara esa puerta, mi nombre sería Camila Sandóv I, princesa de Nueva Escocia.
Respiré profundo y la seguí hacia afuera.
―Por el amor de Dios ―escuché la voz de Patrick y la de Michael sincronizadas.
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Princesa infiltrada ©
ActionUN COMPLOT UNA MISIÓN UNA OPORTUNIDAD La princesa Camila es la heredera al trono, todos lo saben y muchos querrían ocupar su lugar. Algunos no creen que sea buena soberana después de su padre, otros piensan que no tiene la madurez necesaria para eje...