Después de ese incidente, estuve encerrada en otra celda durante lo que pareció una eternidad. Fue mucho peor que estar en la celda con las demás porque la cantidad de comida que recibía era mucho más pequeña, no salía de la celda en todo el día, por lo que hacía mis cosas en un cubo que me habían dejado ahí y estaba completamente sola. Lo único que me mantenía cuerda era ese dichoso plan para escapar y la preocupación por lo que fuera que les hubiera pasado a las demás. No lo soportaba.
Si pasaba mucho más tiempo allí encerrada me volvería completamente loca.
Un triste día llegó uno de los tres orangutanes, abrió la puerta de mi pequeña celda, se acercó y me levantó del suelo con un fuerte tirón. Lo seguí por los pasadizos como pude. Mi condición física y mental habían empeorado con creces desde que llegué a ese sitio. No entendía como a la gente le podían gustar unas jóvenes sucias, secas y llenas de heridas.
Me llevé una grata sorpresa cuando me di cuenta que me llevaba a mi anterior celda. Abrió la puerta y me tiró de un empujón, esa vez no hubo nadie que me salvara del golpe.
Me levanté enseguida con una sonrisa, las echaba de menos y quería comprobar que estuvieran todas bien. Pero esa sonrisa desapareció en cuanto levanté la mirada. Todas ellas estaban con la cabeza baja, el pelo enmarañado, vestidas tan solo con sujetador y pantalones cortos. Lo que más me asustó fueron las cadenas a las que cada una estaba esposada. Estaban sufriendo y todo por mi culpa.
Ni siquiera el golpe de la puerta al cerrarse de golpe hizo que saliera de mi trance.
Estuve un buen rato mirándolas como una idiota, me quedé en blanco, petrificada, no sabía qué decir. Ninguna de ellas levantó la cabeza y por un horrible momento pensé que estaban muertas y que la única razón por la que estaba ahí era para enseñarme lo que había causado mi pequeño acto de estupidez absoluta.
Con pasos lentos me acerqué al cuerpo inmóvil de Clara. Caí de rodillas delante suyo, no sé cómo fui capaz de mantener las lágrimas, pero las contuve, me armé de valor y en un suspiro dije su nombre. Al principio no pasó nada, pero poco a poco sus dedos empezaron a moverse, después su mano y por último levantó ligeramente la cabeza. Tardó en darse cuenta de quién era. No sabía qué esperar si rabia o indiferencia, pero desde luego que no esperaba lágrimas, lágrimas de alivio, por mí, porque seguía viva mientras que ellas estaban medio muertas.
Sin pensármelo dos veces, me lancé sobre ella y la estrujé en un abrazo algo incómodo debido a la posición en la que se encontraba. Empecé a decir "lo siento" una y otra vez hasta que se convirtió en un murmullo incomprensible. Sentía una mezcla rara de sentimientos, estaba decepcionada conmigo misma, aliviada de que siguieran con vida y enfadada con ese estúpido Martin. Después de un buen rato así, me alejé y dejé que hablara. Tenía la voz áspera y ronca.
– Me alegro de verte. Creíamos que se te habrían llevado o que te habían matado. En cuanto te fuiste terminaron de darnos la paliza de nuestras vidas y se fueron. No comimos ni salimos de la celda en dos días, solo nos traían agua insuficiente para mantenernos vivas. Perdimos a Lucía, a Amanda y a Marta. Recogieron los cuerpos un día después de su muerte. Las cosas mejoraron un poco durante tres días, volvimos a la rutina de siempre con el agua y la comida necesaria, hasta que un día entró Martin con una pistola y disparó a dos de nosotras. – Dejó de hablar durante unos segundos, trago saliva y siguió. La muerte de las tres primeras me dolió y mucho, pero no fue nada comparado con lo que vino a continuación – Laura se ha ido, junto con Ivet.
Ivet era la primera chica a la que oí hablar cuando llegué aquí, la que estaba preocupada sobre lo que podrían hacerme al ser la primera que llegaba atada. Y Laura, la primera en apoyarme cuando llegué a la celda, cuando más lo necesitaba.
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Atrapadas
Proză scurtăSara es una adolescente cualquiera con una vida normal, pero eso cambia cuando una noche es raptada por un hombre sin piedad. Al despertar se encuentra con otras chicas en la misma situación que ella. Juntas, intentaran escapar de ese infierno, pero...