18 - Alan

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Febrero 2021


Llegar a un club nuevo siempre me provocaba un poco de ansiedad. Se parecía mucho al primer día de clases... siendo transferido a mitad de año. Todos los ojos estaban puestos sobre ti.

En cuanto llegué a las instalaciones del Club Atlético Trinidad, un enorme complejo de canchas y pistas preparadas para diferentes deportes y ligas, fui abordado por un grupo de periodistas; sus cámaras y micrófonos estaban más cerca de lo que me gustaría.

―¿Qué se siente volver a jugar en Argentina?

―¿Qué expectativas tenés sobre esta nueva etapa?

―¿Es verdad el rumor de tu romance con la modelo...?

―¿Algunas palabras para los hinchas de Trinidad?

Intenté ignorarlos a medida que me hacía camino hacia el interior del club; pero, cuando estuve a punto de entrar, mi manager me detuvo. Debía decir algo, ¿no?

Así que me volví con una enorme sonrisa y dije:

―Estoy muy feliz y entusiasmado por jugar en Trinidad. Es lindo estar nuevamente en casa y espero aprender mucho de este club, que ha sido una cuna de grandes futbolistas.

Jorge, mi manager, asintió con aprobación y al fin me refugié de los periodistas dentro de la recepción del club. Sin embargo, al instante fui abordado por más personas. Esto era solo el principio.

El vicedirector del club llegó con una comitiva y me recibió con honores. Un momento después, alguien del cuerpo técnico me dio un recorrido por las instalaciones del club, al menos las que recorrería día a día.

Casi una hora después, pude al fin pisar el pasto verde de la cancha.

Todo el equipo ya estaba allí. Y yo quería me tragara la tierra.

Haber llegado tan tarde por todos esos obstáculos. Yo no era una celebridad, era un jugador de fútbol y solo quería entrenar y cumplir con mi trabajo.

El DT, una eminencia en el rubro llamado Humberto Bosch, me dio la bienvenida, más sosegada y sobria que la que había recibido del vicepresidente. Pero así estaba bien para mí.

Y sin más preámbulos, comenzó el entrenamiento.

Varios de mis compañeros se me acercaron a saludarme y darme la bienvenida a medida que nos dirigimos a los vestidores. La mayoría eran mayores; era quizás el jugador más joven junto con...

―Ey, Graham ―me llamó uno, palmeándome la espalda―. ¿Cómo has estado?

―¡Nacho! ―exclamé, volviéndome hacia él y dándole un abrazo.

―Es bueno ver una cara conocida, ¿no? ―bromeó él con aquel acento suyo.

Ignacio Rossi había sido un viejo compañero del equipo olímpico. Estaba feliz de tenerlo de vuelta como compañero. En especial porque cuando él estaba presente, nadie más podía tomar el protagonismo. Era un perfecto escudo mediático.

Ignacio era guapo a niveles absurdos, con su cabello rubio y ojos entre el verde y el azul. A sus veintitrés años, su nombre siempre estaba ligado a escándalos románticos y campañas publicitarias.

―Siempre es bueno ver tu cara bonita ―le contesté con un tono coqueto que sabía que lo desbarataba.

―Algún día esa enorme boca chamuyera* que tenés te meterá en problemas ―me sermoneó.

Y Nacho usualmente solía tener razón.

*Chamuyera: que dice cosas bonitas para convencer a alguien

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*Chamuyera: que dice cosas bonitas para convencer a alguien.

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¡Hola mis amores! Siento mucho haberme ausentado la semana pasada, tuve unos días complicados y no había preparado capítulos por adelantado :c

Pero ahora he vuelto. Y me traje a un personaje de otra de mis historias conmigo, ¿lo reconocen?

Pronto vamos a conocer a los demás compañeros de Alan. Les prometo que serán un equipo digno de hacer hinchada. 

 

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Alan x Emma (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora