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Jeon Jungkook no era una persona difícil de entender.

Para nada.

Jin, a lo largo de todo lo que llevaba conviviendo con el pelinegro se había dado cuenta de algunas cosas: era ruidoso, era vulgar, y no le agradaba que le interrumpieran al hablar. A pesar de que había evitado lo más que podía siquiera cruzárselo por los pasillos, durante los pequeños recesos entre clases que tenía iba y lo buscaba a la puerta de su salón con el único objetivo de enredar su brazo detrás de su cintura y pasearlo como un llavero por todas las puertas que estuvieran abiertas. Era un ser curioso. De vez en cuando le tomaba bruscamente del mentón y le decía que abriera la boca, lo besaba un par de segundos y lo soltaba después, como si fuera algo de lo que no tenía que preocuparse.

Así que las únicas conclusiones que tenía Kim Seokjin acerca de dicho chico, era que se trataba de llamar la atención y fingir apariencias.

Afortunadamente, eso era algo que se le daba muy bien a Jin.

También había visto otras cosas, pequeños detalles que le llamaban la atención de vez en cuando, y que se iban guardando en su memoria como cosas inútiles que no tenían importancia. Sus pestañas eran negras y largas, su nariz era gruesa y masculina, pero encajaba muy bien con la forma de su rostro, sus tatuajes eran largos y extraños, algunos no los entendía cuando su brazo se deslizaba por su cadera e intentaba rozar con sus dedos el extremo de su muslo; incluso, cuando Jeon observaba atento su celular escribiendo un mensaje o viendo un video, pudo percatarse de que sus ojos se abrían ampliamente, como un niño, atento, entusiasmado, mientras se mordía los interiores de las mejillas, prestando su total atención a todo lo que hubiera por enseñarle.

Parecía que hablaba de amor.

Pero jamás iba a considerar hablar de amor con alguien que lo estaba chantajeando con una de las cosas más terribles que un humano puede hacer. Tenía miedo de las cosas que podría hacerle, le aterraban aquellas veces en las que su celular vibraba y era un mensaje suyo, o cuando hablaba sobre ir a su casa, incluso tenía miedo de las miradas que le daban cuando pasaban juntos en la escuela. No eran abiertamente una pareja, y aunque hubo un "acuerdo" hablado entre los dos, le incomodaba mucho cada que alguien se acercaba a preguntarle sobre si eran reales los rumores.

Le estaban diciendo maricón.

Ya había escuchado a algunas personas susurrar cuando él pasaba. No le dolía o le era triste, no, algunas veces le causaba gracia que lo culparan a él de haber "convertido" a Jungkook en un maricón, en su mente solo pensaba que era divino que el chico que lo había perseguido desde secundaria estuviera enteramente interesado en las mujeres hasta la aparición de Jin en la escena.

-Qué patéticos. - Dijo, en una voz suave, estaba con Jimin en ese momento, un rubio bajito que coincidia con él en sus clases de literatura.

-¿Qué pasa? -Preguntó el chico, masticando el plástico que cubría su gafete de estudiante mientras miraba su celular.

Esta vez, Kim suspiró. -No es nada, solo que todo el tema de esa mierda llamada Jungkook me tiene estresado a más no poder -Contestó, estaba estresado, molesto, incómodo. -, quiere que lo bese, que lo acompañe a todos lados, me siento como un trofeo que tiene que presumir a sus amigos sin cerebro, igualitos a él.

Jimin se rió en bajito por eso, y Jin no entendió por qué era gracioso que estuviera siendo usado a gusto y disgusto de aquel imbécil.

-Quizás es que le gustas mucho, solo está pensando en cómo hacer para enamorarte, aunque sea estúpidamente brusco. -El castaño bufó, esa conversación le tenía aburrido, pero no tenía nadie más con quien podría hablarlo, Hoseok se la pasaba día y noche en un estudio de danza y Yoongi hacía quién sabe qué cosas en sus clases después de la escuela, todos estaban ocupados, y no era como si pudiera ir aereando su secreto más sucio a cualquiera. Ni aunque se tratara de sus amigos.

Se levantaron de donde estaban sentados, unas bancas apartadas de todo tipo de sociedad en la parte trasera de su campus, donde habían muchos árboles, y plantas sembradas por estudiantes de generaciones pasadas. El aire ahí siempre se sentía limpio, de vez en cuando fumaba cigarrillos, solo para perturbar un poco el espacio, que se sentía tan puro que tenía ganas de ensuciarlo, un poco, nada más.

Su celular sonó en su bolsillo, y lo dejó timbrar hasta que cesó. Pensó que seguramente sería un tal capitán de un equipo que le importaba una mierda, y con más razón dudó en contestar.

No volvió a llamarle, sino que se lo encontró en la puerta trasera de la escuela, por donde entraban una vez terminaba la media hora de descanso entre clases que tenían diariamente, estaba parado con las manos metidas en el pantalón holgado que llevaba puesto, y lucía una mueca de entera irritabilidad, aún estaba sonriendo. Jimin le respondió la sonrisa con las mejillas hinchadas y perfectas hechas un coqueteo, pero no miraba a su rubio amigo. Tenía sus ojos café clavados en su cara.

Lo sintió acercarse despacio hacia ambos. -Jinnie, te estaba buscando. No me gusta que no me digas dónde vas a estar. -Le tomó con una falsa amabilidad del brazo, atrayéndolo a un corto abrazo.

Jimin sonrió encantado.

-La escuela no es infinita, Jungkook, si quisieras pudieras encontrarme. -Respondió, intentando sonar lo más gentil que pudo, su lado amable no salía cuando se trataba de él, no le era posible mostrarle decencia humana a quien no la tenía.

Jungkook solo emergió una mueca incómoda de sus labios, mirando con los ojos bien abiertos a Seokjin y al chico que de momento estaba presente entre la pequeña conversación pasivo-agresiva que tenían.

Volvió a sonreír, mostrando esta vez el borde del piercing de su lengua cuando la chasqueo. -Creí que habíamos hablado de que serías más amable. -Dijo, ladeando un momento su cabeza.

De pronto el menor de los hermanos Kim se sintió intimidado. -Vámonos, esto es demasiado innecesario. -Fue todo lo que respondió antes de darle un ademán de despedida a su amigo y tomar del brazo al pelinegro con rudeza, atrayéndolo al pasillo que de pronto se comenzó a abarrotar con las voces ruidosas de los que se cambiaban de clase en mitad del día.

-No tienes que portarte como un idiota siempre que hablo contigo. -Dijo Jeon, soltando las manos que le rodeaban el brazo.

-Y tú no tienes que hacer escenitas frente a mis amigos, es molesto.

-Me perteneces ahora, habrá escenitas como estas todos los días si se me da la gana. -Se burló del mismo, sosteniendo ambas de sus mejillas entre sus toscos dedos, apretando hasta que un color rojizo se hizo presente en la piel blanquecina que era tomada con fuerza. -Entiende tu lugar, no tienes derecho a siquiera molestarte. -

No quería sentirse como la propiedad de nadie, pero alguien como ese chico no le permitía sentir otra cosa por él.

Lo hacía sentir como todas las personas que antes habían manchado su piel.

-Lo que tu estúpida cabezota quiera creer. -Se encogió de hombros esta vez.

No sintió otra cosa más que una mano agitando con violencia su cuerpo.

Ya no estaban en el pasillo, estaban en un salón medio vacio, que en segundos logró disipar a las pocas personas que habían dentro, Jungkook tenía ese tipo de poder sobre la gente, sobre todo cuando ellos no habían visto como sus tatuados dedos rodeaban la circunferencia de su cuello. Y cuando no hubo nadie golpeó la zona en su espalda baja contra el escritorio principal, no podía apartar su mirada de aquellos ojos perdidos entre notas de enojo, Jin mantuvo los labios apretados fuertemente y las cejas arqueadas en confusión.

Jungkook lo había azotado con fuerza contra la madera de un escritorio, provocando un dolor punzante en sus muslos y espalda, jadeando por haber perdido el aire cuando fue maltratado. -Eres mi perra, Seokjin. -Lo escuchó decir.

De pronto ya no escuchaba el eco de las personas caminando por el pasillo, solo escuchaba la respiración pesada del pelinegro retumbando sus oídos. No parecía existir nadie más que Jungkook.

Jungkook. Jungkook. Jungkook.

Jeon Jungkook.

Jin podría taclearlo si quisiera.

Y dió las gracias de haber escuchado a su cabeza cuando estuvo en el suelo sobre el cuerpo de su ahora novio. Le propinó un puñetazo sucio sobre la nariz, y después otro en su mejilla derecha, y otro, y otro. Admitía que lo tomó por su guardia baja, pero le gustaba jugar sucio.

No pudo detenerse hasta que aquel pelinegro con rostro de ángel terminó inconsciente.

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⏰ Última actualización: May 25, 2023 ⏰

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