Día 2: Acuario.

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Después de aquella noche, en la cual Lionel y Guillermo dejaron a la luz del otro su lado más íntimo, se habían quedado dormidos, abrazándose con un cariño el cual era difícil de descifrar. Se suponía que esto sería una aventura que solamente vivirían cada que se fuera el sol, pensaba el rizado entre sueños, no se creía el hecho de que haya pasado toda la noche acurrucado con quien iba a ser su objeto de placer. Esto simplemente se sale de sus casillas.

Era de día, el sol se asomaba a través de las cortinas de velo y sus rayos golpeaban con fuerza sobre el rostro dormido de Lionel

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Era de día, el sol se asomaba a través de las cortinas de velo y sus rayos golpeaban con fuerza sobre el rostro dormido de Lionel. Debido a la molestia este inmediatamente recuperó la conciencia y se dio cuenta de que estaba solo en la cama, observó de reojo toda la habitación, dándose cuenta de que Guillermo estaba sentado en el borde del colchón mientras hablaba con alguien por su celular.

No sabía que hubiera pasado, si Memo le hubiese dejado en ese instante, se suponía que ambos habían pasado por un momento bonito, él no podía abandonarle tan repentinamente.

Se había estirado en su lugar, mientras emitía pequeños ruidos los cuales simbolizaban la pereza momentánea. — Guille, estás despierto... — Habló ronco Lionel, mientras se tallaba un ojo. Observando como el isleño ya se encontraba peinado, cambiado y perfumado nuevamente, justo como en el primer día.

— Buenos días, bello durmiente. — Le respondió con cierta ternura el más alto, para después observar cómo Lionel hacía un esfuerzo sobrehumano para sentarse en el borde de la cama con él, podía mirar a la perfección cómo se posaba una mueca de dolor en su rostro. — ¿Te pasa algo? — Finalmente preguntó, al sentir los pequeños quejidos que salían de los labios del más bajo.

— Me duele todo el cuerpo... — Murmuró con algo de vergüenza el más bajo. Lo que causó que las mejillas de Guillermo se pintaran de un fuerte carmín, vaya que había sido rudo con el castaño. — En el primer bolsillo de mi mochila tengo aspirinas. — Con bastante cuidado, Lionel había apoyado su cabeza en el hombro del más alto, provocando que este se exaltase con el contacto. — ¿Podrías pasarme una y un vaso con agua? — Con bastante cuidado, el turista había pasado con delicadeza su mano por la pierna del más alto, intentando de cierta forma, manipularlo para que este aceptara todas sus órdenes sin rechistar.

Memo tan solo observaba como recorría con cierta lujuria todo su muslo, hubiera sido más tolerable si Lionel estuviese vestido, pero todo su autocontrol se estaba yendo poco a poco a la mierda al tener ese cuerpo desnudo a su lado. Messi estaba jugando con fuego, y el ciertamente no quería tener sexo en ese momento, estaba agotado y quería que fuese de tarde para hacer nuevamente su trabajo en él. — E-enseguida... — Habló con bastante rapidez, para luego levantarse de la cama a hacer exactamente todo lo que le dijo el argentino; hurgó entre todas las cosas de Leo hasta encontrarse con aquellas pastillas y separar una del empaque. Y con el medicamento en mano, se había acercado hasta una botella de agua que le habían dejado al turista dentro de una pequeña nevera que había en el cuarto, para después entregársela con cierta vergüenza al joven.

SOL, PLAYA Y ARENA | MechoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora