Capítulo 11

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Tengo dos semanas de vacaciones por Navidad y ya llevo cinco días desperdiciados, sin salir de casa y apenas casi sin salir de la cama. No veo a Ruth desde que me llevó al hospital y tampoco tengo muchas ganas. No sé por qué pero a veces me pasa esto. Llevo una vida normal, socializo con la gente y salgo de casa pero después todo acaba y yo me encierro en las cuatro paredes de mi habitación y simplemente estoy ahí hasta que se me pasa. Solo me levanto de la cama para ir al baño, dar de comer a Klaus y de vez en cuando comer yo.

Ahora mismo estoy tumbada de lado en la cama, pensando en nada y a la vez pensando demasiado. Mi perro me mira desde la puerta.

-Lo siento, Klaus. Mamá estos días no está para sacarte a pasear.

Salgo de la cama y camino hacia el salón arrastrando los pies. Cuando estoy así siento que hay más gravedad, me pesan más las extremidades y me cuesta caminar con facilidad. Deslizo la puerta corrediza dejando a Klaus salir al patio para que pueda hacer sus necesidades fuera de casa. Dejo la puerta abierta y me tiro en el sofá.

Ojeo mi móvil y veo varios mensajes de Ruth que aún no he contestado. Leo su último mensaje, enviado anoche.

Ruth: Bueno cielo, no te agobio más.. Solo quiero que sepas que te quiero muchísimo, si? Y que estoy aqui en cualquier momento para ti <3 No hace falta que me respondas si no quieres. Dejo el móvil con volumen, si me necesitas llámame. Da igual la hora, contestaré.

Antes de darme cuenta, una lágrima se desliza por mi mejilla. Puede que no tenga muchos amigos, pero con Ruth tengo más que suficiente.

Dejo el móvil en la pequeña mesa de cristal que hay enfrente del sofá y con la cabeza echada hacia atrás, cierro los ojos y, sin poder evitarlo los recuerdos vienen a mí.

Recuerdo cuando conocí a Edu, era el primer día de clases en bachillerato y los dos éramos nuevos y estábamos muy nerviosos por lo que nos sentamos juntos y no paramos de hablar hasta el final de clases.

Recuerdo nuestro primer beso, estuvo bien a pesar de mi primer beso. Él fue muy gentil dulce conmigo, tuvo mucha paciencia con tantas cosas que entiendo que al final terminara explotando contra mí.

Recuerdo nuestra primera discusión, fue una tontería y fue por mi culpa. Todas las discusiones que teníamos eran por mi culpa.

Recuerdo cómo hacíamos el amor después de discutir y gritarnos como locos. Cómo al acabar yo me tumbaba dándole la espalda y lloraba en silencio porque no quería que me escuchara, no quería volver a discutir.

Recuerdo todas las veces que iba a él llorando por algo que me había sentado mal, ya fuera él la causa o fuera externa. Y recuerdo que en todas me contestó lo exagerada que era, que no era para tanto y tenía que aprender que no tengo que llorar por todo.

Todas las veces que me hizo sentir mal por llorar, por desahogarme, por reír demasiado, por entusiasmarme y saltar, por hablar de las cosas que me hacían mal o de las cosas que me hacían ilusión, por simplemente sentir.

Y ahora por su culpa, por culpa de todos esos recuerdos, de esas imágenes y palabras grabadas en mi cerebro, por culpa de todo lo que me dijo, siento que ya no tengo voz ni tengo derecho a llorar o reír o tener razón.

Todo es y siempre será culpa mía.

Me tapo la cara con ambas manos y empiezo a sollozar en silencio pero poco a poco mi intento de callar mis lágrimas se convierte en jadeos incontrolables. Me incorporo sentándome e intento hacer las respiraciones pero no sirven, haciendo que me agobie más.

Me levanto del sofá y empiezo a caminar de un lado a otro aún llorando y con la respiración agitada. Me empieza a doler el pecho e intento respirar, pero me cuesta tanto tomar aire que siento que empiezo a ahogarme y me tiro al suelo, aterrizando con mis rodillas y abrazándome a mí misma. Klaus viene corriendo hacia mí y me empieza a mirar y a ladrar, asustado. No me está ayudando para nada.

Empiezo a agobiarme porque quiero que mi perro se calle. No puedo respirar, estoy tirada en el suelo con los ojos cerrados y todo me da vueltas. Escucho mi propio corazón como si lo tuviera en la cabeza, escucho a mi perro ladrando al lado de mis oídos y me escucho a mí misma llorar y murmurar cosas que ya ni entiendo.

Agarro el móvil de la mesa y marco el primer número que me aparece en el registro de llamadas. La llamada dura unos segundos y ni siquiera sé a quién he llamado, no sé qué he dicho ni si me habrá entendido, solo rezo por que alguien venga y me salve.

Me voy a morir, estoy segura de que si en unos segundos no viene nadie a por mí me moriré. Voy a morir sola, llorando tirada en el piso.

¿Quién se hará cargo de mi perro? ¿Cómo le sentará la noticia a Ruth? ¿Se sentirá mal Edu? ¿A Sergio le importará? ¿Y mi... familia?

Sigo hiperventilando en el suelo, suplicando por que alguien me rescate. Poco a poco mi respiración se regula y empiezo a verlo todo negro hasta perder la conciencia.

No tengo ni idea de cuánto tiempo pasa hasta que vuelvo a abrir los ojos. Sigo tirada en el suelo así que me siento en él y miro a mi alrededor mientras me seco las pocas lágrimas que me quedaban en la cara. Escucho a Klaus gimotear a mi lado y yo lo acaricio suavemente para tranquilizarlo. Me masajeo las sienes y me levanto con la ayuda del sofá. Me siento en éste y me enciendo un cigarro, mirando a la nada.

Es increíble cómo paso de sentir que me muero a no sentir nada en tan poco tiempo. Me río imaginando cómo se vería la escena desde fuera, seguro que se me ve como una dramática que en un momento está llorando y suplicando por su vida, y poco minutos después se levanta del suelo como si nada y se pone a fumar.

Miro el calendario del móvil. Es 23 de diciembre y yo no sé si haré nada por Nochebuena y Navidad. No tengo novio, no tengo familia cerca y seguro que Ruth ya tiene otros planes. Ésta será mi primera Navidad sola después de más de cinco años.

Siento de nuevo ganas de llorar, pero las trago junto al humo del cigarro...

Mi Primera Primavera [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora