Capítulo 1

0 0 0
                                    


Otra vez en la preparatoria Hook, bajaba del bus cuando miré mi móvil y confirmé que mi meta de la puntualidad se cumplió.

La maldita sensación de ser la primera vez aunque no lo fuera me invadía, de los nervios ya era la quinta vez que tronaba mis dedos, no podía controlarlo. Una vez en la clase de Matemática del señor Abbery una persona hizo acto de presencia tirando su mochila a mi lado, Sara.

—Hola primita— su agarre mientras me abrazaba me dejó sin aire— ¿Cómo has estado? ¿Y Elena?

Deshizo el abrazo dándome la posibilidad de responder.

—Yo igual que siempre, en cuanto a Elena se supone llegará ésta semana. Ya lleva un mes fuera con su padre— traté no sonar tan triste cómo lo estaba, extrañaba a esa pesada.

—¿Y…— le tomó un momento y un suspiro preguntar— Vanesa?

—Ella… sigue igual— bufó, no le agradaba ese tema y a mí tampoco— ¿A ti cómo te fue? Estuviste todas las vacaciones fuera de aquí.

Su fantástico rostro se alegró cuándo vió la oportunidad de contar lo que hizo. Sin embargo, la voz del anciano Abbery interrumpió cualquier intento de hablar al dar inicio a la clase.

Nos encontramos otra vez en el comedor, dónde nos esperaba su mejor amiga Amy, la castaña me caía bien, mi círculo de personas cercanas era pequeño y era una de ellas. Chicas y chicos pasaban a nuestro lado y se detenían a saludarlas, algunos por educación terminaban saludándome. Otros ignoraban totalmente mi existencia, no me interesaba en lo absoluto encajar con los demás. Al igual cada uno de ellos ganaba la peor de mis caras de pocos amigos.

De pronto Amy y Sara vieron detrás de mí, de espaldas a la puerta escuché cómo ésta se empujó con fuerza. Apreté la mandíbula, ya imaginaba de qué se trataba.

Giré para ver la escena y sí, tenía razón. Ian Miller, el capitán del equipo de fútbol hacía su típica entrada triunfal con sus monos detrás de él. La sonrisa que a cualquiera derretía a mí me asqueaba.

Siempre creyéndose un rey el imbécil, volví mi mirada a las bandejas de comida frente a mí y la silla a mi lado rechinó.

No puede ser.

—Hola linda, ¿Me extrañaste?— sonrió clavando sus ojos color miel en mí.

—Hola Ian, para empezar estoy comiendo y nadie te invitó, así que…— dejé una pausa en el aire, conté hasta diez para no darle bofetada de la rabia que me daba que se creyera con derecho a decirme lo que quisiera— ¿te puedes retirar? ¡Gracias!— intenté sonar amable pero era obvio el desprecio.

Tomó un poco del puré de mi bandeja y me miró con una sonrisa divertida.

—Pensé que en vacaciones se te iría el mal humor— hizo todo un repaso de mi cara, para luego levantar su mano y con el índice tocar la punta de mi nariz.

Me sacará de quicio.

—Qué curioso, me preguntaba si ibas a dejar de ser tan idiota en vacaciones, pero que te digo, me equivoqué— repliqué, ésta vez demostrando mi molestia.

—¡Hey!—se oyó la voz de alguien del equipo, siquiera voltee, solo quería que se fuera— ¡Vamos!

Se levantó de la silla a mi lado para ir donde lo llamaban y quedó caminando hacia atrás.

—Nos veremos luego— rió para luego dar la vuelta y fue a la mesa del equipo dónde los otros monos comenzaron a darle la bienvenida, otra vez.

Las observé a ellas que quedaron impresionadas por la escena, ni siquiera se molestó en dirigirles la palabra.

—Primer día de clases y ya está de molesto ese imbécil— rechistó Sara.

—¿Por qué no te quejas de él?— inquirió Amy mirándome.

—De qué le servirá, sus padres tienen en la palma de su mano a la escuela.

—Además, si quiero una beca no puedo tener problemas— añadí.

Sara estaba en lo cierto, mis quejas anteriores sobre las molestias del rubio eran pasadas por alto porque para la señora directora y los padres de Miller era un chico excelente. Excelente era mi control para no golpearlo cada vez que llegaba con sus comentarios indeseables.

—¿Qué hiciste tú en vacaciones Meg?— irrumpió mi pensamiento Amy.

—Me dediqué a arreglar el patio de casa— expliqué haciendo dibujos imaginarios sobre mis guantes que llegaban hasta los nudillos.

—Oh. Sigues entrenando ¿no?—me sonrió— hace unos días pasé por tu casa y escuché los golpes que le dabas a ese pobre saco.

Sé que su comentario no tenía una pizca de malicia, porque ella no sabía mucho de mí. Sin embargo, eso despertó la preocupación de Sara que pasó a repasarme con la vista.

—¿Volviste a entrenar?— interrogó mi prima y su vista pasó fugazmente por mis manos.

—Sí, en vacaciones— seguía con su mirada de preocupación— pero estoy bien, no hay de qué preocuparse— mentí.

Se retiraron a su clase compartida y me dirigí a la mía, Economía. Es mi favorita y la carrera que pienso estudiar.

***

Llegué a casa y todo lo bueno que pude llegar a sentir con la música se esfumó al ver a mi madre sentada en la cocina con otro hombre. Se percató de mi presencia y con prisa se incorporó para casi arrastrarme a un lado de aquel hombre.

—Ella es mi hija Megan— me presentó.

—Es un placer Megan— tendió su mano y la estreché de mala gana—. Me llamo Ron.

Debería estar en un concurso por tantos apretones de manos que he dado.

—¿No es linda?— me tomó de los hombros cómo si quisiera exhibirme.

—Sí— afirmó el tal Ron—, de tal palo tal astilla ¿No es así?

¡Por Dios! Qué piropo más básico, me retiré del lugar en busca de algo de comer, con suerte encontré algo de helado y salí al patio.

Llevaba unos minutos sentada en aquel banquillo que yo misma hice en vacaciones cuando otra puerta sonó.

—¿Qué tienes?— preguntaron del otro lado de la cerca, lo bastante alta para que no alcanzará a ver del otro lado.

—Helado ¿Tú?

—Nachos.

—¿Intercambio?— sugerí, moría por esos nachos.

—Está bien— aceptó y ésta vez apoyó sus antebrazos en la cerca.

—Hola Dani.

—Hola Meg— sonrió mi vecino y mi mejor amigo— ¿Qué tal tu día?

Seguimos hablando de nuestro primer día de clases, a pesar de tener la misma edad él iba a otro instituto y nuestros tiempos ya no iban a coincidir tanto.

—Bueno, creo que debo irme— me alejé de la cerca a la vez que arrugaba la bolsa de nachos ahora vacía—. Nos veremos luego señor Daniel— hice una reverencia exagerada, costumbre de los juegos cuando éramos niños.

—Hasta luego señorita Megan— simuló quitarse el sombrero, le sonreí e interrumpió mi acto de entrar a casa— ¿Estás bien?.

El simple hecho de que hicieran esa pregunta tanto él cómo Sara lograba que le dieran un apagón a mi ánimo, traté de que no lo notaran pero siempre sabían o notaban algo. Asentí y me adentré en casa, a la charla de mi madre se le sumó una botella de vino a la mesa. Subí deprisa a mi cuarto y no había algo que  Alex Turner no arregle.

Después de todo sólo pasó un día de clases y ya tenía todo planeado para éste año, nada podría cambiar lo que he estado logrando todo este tiempo ¿O sí?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 02, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Melodía Eres Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora