Ayer fue mi cumpleaños. Cumplí 23.
Está siendo un mes duro, un año duro, una vida dura, la verdad.
No te das cuenta, solo caes. Es que es increíble la facilidad de volver a la oscuridad.Podría decirse que ayer fue de mis cumpleaños más tristes.
Como decía, día duro, mes duro, año duro, vida dura.Cuando creía que iba a ser el primer año sin deseo, sin soplar vela y de dejar mi día a las 00:00 llorando, me cantaron.
Tarta, velas, regalos...
Pedí lo que realmente más deseo ahora: morirme.
Será triste, pero no me quedan fuerzas para seguir.
Solo quiero dormir y no despertar.
Descansar. Estar en paz.Soplé el número 23.
La llama del número 3 se apagó.
La del 2 seguía intacta.Soplé y soplé, cada vez más fuerte, repitiendo en mi cabeza el mismo deseo: me quiero morir.
Pero nada.
A lo mejor el universo no estaba dispuesto a concederme ese deseo.
A lo mejor no me tengo que rendir todavía.Entonces pedí otro deseo: vivir.
Vivir de verdad, ser feliz, avanzar, disfrutar, salir de esto, querer y que me quieran.
Lo desee aún más que el morir.
Y soplé con el poco aire y las pocas ganas que me quedaban.
Un suspiro débil.Y la llama se apagó sin esfuerzo.
¿Será que tal vez se apagó solo una vela porque moriré algún día?
Siento que ese momento me permitió ayer pedir lo que de verdad sentía.
En realidad no quiero morir, solo quiero aprender a vivir.Gracias por permitirme desear y por no dejarme desear enteramente morirme.
Lo intentaré.