Impact 002

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Impact 002

Tea

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Alec empujó la puerta de "Flores y especias A

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Alec empujó la puerta de "Flores y especias A.M.", el suave aroma a flores y especias llenando el aire mientras la campanilla anunciaba su llegada. Aunque odiaba el té, esta era su excusa semanal para verla. Anniebeth, detrás del mostrador, lo vio y sonrió.

—¿Lo de siempre, Alec? —preguntó con una sonrisa que él fingía no notar.

—Sí, lo de siempre —respondió Alec, ya esperando la pequeña bolsa de té que sabía que venía con una nota.

Anniebeth preparó la bolsita y, como siempre, pegó una pequeña nota en el hilo que colgaba. Era un gesto que ambos habían establecido sin palabras, algo íntimo y personal.

—Aquí tienes —dijo ella, entregándole la bolsita.

Alec tomó la bolsa, sabiendo que, aunque no tomaría el té, Jace lo haría encantado. Guardó el té en su bolsillo y, con un leve asentimiento, se preparó para marcharse.

—¿Algo nuevo en la ciudad?

—He oído algunos rumores sobre el Pandemonium esta noche —dijo Anniebeth, bajando la voz—. Los traficantes de sangre podrían estar allí. Ten cuidado.

Alec asintió con seriedad.

—Gracias. Lo tendré en cuenta.

Salió de la tienda y, al llegar al Instituto, dejó la bolsita de té en la sala común, donde Jace siempre la encontraría.

—Otra vez el famoso té de la tienda —dijo Jace cuando vio la bolsita—. No sé por qué lo odias tanto, es excelente.

Alec encogió los hombros, restándole importancia.

—Sabes que no me gusta. Te lo dejo.

Jace sonrió y comenzó a preparar el té con entusiasmo, disfrutando del sabor que tanto le gustaba, mientras Alec se dirigía a su habitación. Una vez allí, sacó la pequeña nota pegada a la bolsita. La desplegó cuidadosamente y leyó el mensaje de Anniebeth:

"Suerte en el nuevo caso, cazador. —A."

Alec sonrió para sí mismo. Guardó la nota con el resto en una caja especial en su escritorio, donde atesoraba cada una de las pequeñas notas que Anniebeth le había dejado. Aunque nunca lo admitiera en voz alta, esas notas eran lo que lo hacía volver cada semana, más que cualquier otra cosa.

Mientras tanto, Jace disfrutaba del té, completamente ajeno al origen del pequeño ritual que Alec y Anniebeth compartían.

Anniebeth despertó afuera del Pandemonium, desorientada y con el frío de la noche calándole a través de su pijama. Sus pies descalzos rozaban el pavimento, y aunque sabía que no debería estar allí, no podía recordar cómo había llegado. Levantó la vista y vio a Alec acercándose rápidamente, seguido de Jace, Isabelle, y Clary.

Alec fue el primero en llegar, con el ceño fruncido de preocupación. —Anniebeth, —dijo, su voz firme pero contenida—, ¿qué haces aquí?

Ella lo miró, aún confundida y aturdida. —No lo sé... —murmuró.

Sin decir nada más, Alec se quitó la chaqueta y la puso sobre los hombros de Anniebeth para cubrirla del frío. —Ven, te llevaremos a casa, —dijo, con decisión.

Antes de que pudiera reaccionar, Jace se acercó. —¿Qué? —protestó—. ¿Llevarla a casa? Alec, estamos en una misión, no podemos perder tiempo.

Alec lo miró con desaprobación. —No la voy a dejar sola aquí, —respondió con seriedad.

—No tenemos tiempo para esto, —replicó Jace—. ¿Quién es ella? ¿Por qué está aquí?

—Te dije que la conozco, —respondió Alec, cortante—. Eso es lo importante.

Anniebeth, intentando no incomodar más, intervino suavemente. —De verdad, puedo irme sola...

—No, —Alec la interrumpió, mirándola con calma—. Vas a venir con nosotros. Después te llevaré a casa.

Jace bufó, visiblemente irritado, pero antes de que pudiera decir más, Anniebeth giró la cabeza hacia Clary, que la miraba con curiosidad, y le lanzó una sonrisa traviesa. —Muerte... —dijo con un tono sombrío, mirando fijamente a Clary.

El silencio cayó sobre el grupo, y Clary se quedó inmóvil, sorprendida. Alec rodó los ojos, ya familiarizado con las bromas de Anniebeth, y suspiró. —No asustes a la mundana, —murmuró, sabiendo que lo hacía a propósito.

Anniebeth soltó una risa suave y se giró hacia Clary. —Lo siento, —dijo con una sonrisa de disculpa—. Es un chiste.

Clary, aún un poco tensa, soltó una leve carcajada, aunque todavía parecía algo desconcertada.

—Está bien, —gruñó Jace, interviniendo—. Pero que esto no nos retrase más.

Alec ignoró la queja de Jace y miró a Anniebeth, todavía firme en su decisión. —Vamos, te llevaremos con nosotros, y luego te dejo en casa, —le dijo con calma, comenzando a caminar mientras la guiaba suavemente.

Anniebeth, sintiéndose un poco mejor, caminó junto a él, agradecida por la chaqueta y la familiaridad de Alec.

En el auto, el silencio se rompía únicamente por el murmullo de las calles. Anniebeth, con la chaqueta de Alec todavía sobre sus hombros, miraba al frente, evitando las miradas inquisitivas de Jace e Isabelle. Sabía que no iban a dejarlo pasar tan fácil.

—Debería estar en casa, no rondando por aquí sonámbula —dijo Jace, sin quitarle los ojos de encima.

Anniebeth lo miró, exasperada.

—Ya lo sé, pero no es como si lo hubiera planeado. Solo... aparecí aquí.

Isabelle, desde el asiento delantero, arqueó una ceja, divertida.

—Es interesante ver a Alec trayendo a alguien tan... misteriosa. Y tú no sueles equivocarte, Alec.

Alec frunció el ceño mientras seguía conduciendo.

—No la voy a dejar sola. Pero no va a quedarse mucho tiempo. Solo hasta que termine nuestra misión.

Jace chasqueó la lengua.

—¿Vas a llevarla con nosotros? No podemos tenerla ahí, podría ser peligroso.

Antes de que Alec pudiera responder, Anniebeth intervino.

—Me quedaré en el auto. No voy a estorbar. De verdad, pueden hacer lo que tengan que hacer, y luego me llevas a casa.

Jace bufó.

—¿De verdad crees que eso es seguro?

—¿Tienes una mejor idea? —Alec lo interrumpió, mirándolo por el espejo retrovisor—. No la voy a dejar sola, Jace.

—No es eso —dijo Jace, rodando los ojos—. Pero, ¿de verdad vamos a llevarla con nosotros?

Anniebeth sonrió suavemente, intentando apaciguar el ambiente.

—No seré un problema. Solo esperare a que termine todo esto, y estaré bien en el auto.

Isabelle miró a Alec con una sonrisa.

—Parece que tienes compañía para la misión.

Alec le lanzó una mirada seria a su hermana, pero no dijo nada. En su lugar, centró la vista en el camino, sabiendo que no iba a poder convencer a Anniebeth de quedarse atrás. Y aunque Jace no estuviera de acuerdo, Alec sabía que llevarla con ellos era la mejor opción en ese momento.

—De acuerdo —dijo Jace finalmente—, pero no te saldrá del auto. Prometido.

Anniebeth asintió, aunque en el fondo no estaba tan segura de cumplirlo.

Love At First Impact- Alec Lightwood Donde viven las historias. Descúbrelo ahora