Había una vez un joven llamado Luis que vivía en una pequeña aldea en África. Luis era conocido por su habilidad para tallar madera y crear obras de arte hermosas y detalladas. Un día, mientras caminaba por el bosque, encontró un trozo de madera extrañamente oscuro y decidió llevarla a casa para tallarla.
Cuando Luis comenzó a tallar la madera, se sorprendió al ver que era mucho más difícil de trabajar que cualquier otra madera que hubiera utilizado antes. Pero también notó que el color era increíblemente oscuro, casi negro. Mientras trabajaba en la madera, Luis se dio cuenta de que la oscuridad de la madera reflejaba la profunda riqueza y complejidad de la cultura africana a la que pertenecía.
Después de semanas de tallar, finalmente terminó su obra de arte. Era una figura de un anciano de piel oscura, con detalles exquisitos que reflejaban la historia y la vida de su comunidad. Luis estaba emocionado de mostrar su obra de arte a su familia y amigos, pero sabía que también tenía un valor mucho mayor que eso.
Luis presentó su figura en una exposición de arte local, donde recibió muchos elogios por su trabajo y fue comprado por un coleccionista de arte europeo por una gran cantidad de dinero. Pero para Luis, su obra de arte tenía un valor mucho mayor que eso. Representaba la cultura y la historia de su pueblo, y la complejidad de la experiencia africana.
A través de su obra de arte, Luis demostró que la cultura africana no solo es algo que se puede ver, sino que también puede ser sentido y experimentado a través de la creatividad y la expresión artística. La carne y los huesos de un profundo color negro que Luis talló en su obra de arte eran un reflejo de la belleza y la complejidad de su propia cultura.