Cinderace trató de explicar que había sido un malentendido y que no sabía que necesitaba permiso para tener un chaleco antibalas, pero los policías no parecían muy convencidos.
Mientras tanto, en la estación de policía, Cinderace estaba siendo interrogado por un detective. Le preguntaron por qué tenía un chaleco antibalas y si tenía algún motivo sospechoso para tenerlo.
Cinderace explicó que lo compró para su propia seguridad, ya que vivía en un barrio peligroso y había sido asaltado antes. Pero el detective no parecía creerle, y comenzó a presionarlo para que diera más información.
Después de unas horas de interrogatorio, finalmente se le permitió hacer una llamada telefónica. Cinderace llamó a su abogado, quien llegó rápidamente a la estación de policía.
El abogado habló con los policías y les mostró la factura de compra del chaleco, que demostraba que Cinderace lo había comprado legalmente en una tienda de artículos de seguridad.
Finalmente, los policías aceptaron la explicación de Cinderace y le permitieron irse sin cargos. Aunque se sentía aliviado de no ser arrestado, se dio cuenta de que tenía que ser más cuidadoso en el futuro y asegurarse de conocer todas las leyes antes de comprar algo que pudiera ser ilegal.