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Desperté, desplomado en la esquina de una pequeña habitación. Parpadeé y parpadeé mientras absorbía el espacio oscuro. No había nada aquí, salvo una pantalla en un escritorio y la picana eléctrica sobre él.

Mis ojos se estrecharon mientras miraba la picana eléctrica; entonces eché un vistazo a la pantalla. Las imágenes distantes empezaron a reproducirse como un carrete en mi cabeza mientras miraba al pequeño hombre de cabello oscuro que yacía inconsciente en el centro de la jaula. Me esforcé por saber quién era. Me esforcé por recordar cómo llegamos hasta aquí.

El suero había tomado el control y trajo una severa pérdida de memoria. El amo debió de haber cargado mi collar con una munición de doble dosis de suero, lo hacía de vez en cuando, cuando el golpe era de gran importancia. El suero no funcionaba en mí como pensaban que lo hacía bajo la dosis habitual. Estaba destinado a estar completamente bajo el control del amo, durante todo el día, todos los días, pero no lo estaba. En cambio, con este desgraciado collar, con ésta doble dosis que había puesto el guardia, había perdido el conocimiento cuando se me inyectó. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había estado inconsciente.

Mi labio se curvó. La verdad era que el amo no necesitaba drogarme en absoluto. Tenían todo el control que necesitaban. Haría lo que me dijeran para mantener con vida a 152.

Cualquier cosa. El dolor y la muerte no significaban nada para mí. Lo había hecho durante tanto tiempo, que los gritos de mis víctimas se habían desvanecido a un vapor en mi cabeza. Los hombres que habían muerto bajo mis manos no eran nada para mí, salvo un paso más hacia la libertad de 152.

Apreté los ojos cerrándolos más y como mirando a lo lejos, recordé todo lo que había hecho bajo la influencia de la droga. Me vi llevar a un pequeño hombre de cabello oscuro a la jaula a esta cámara. Había cambiado la temperatura de la habitación a un grado de congelación. Lo había hecho desnudarse. Me vi golpear los barrotes de la jaula, las corrientes eléctricas formando un arco para golpear su cuerpo. Y me vi regresando a esta sala y girando el calor hasta el punto más alto. Sin embargo, el hombre parecía inerte aun con el cambio brusco de temperatura.

Levantándome, fui dando tumbos por la habitación, mi cuello ardía y estaba en carne viva bajo el collar. Alcanzando el escritorio, me quedé mirando la pantalla, la única cámara en la sala enfocaba al hombre.

Tragué mientras lo observaba. Era de complexión delgada, con cabello corto y negro. Su piel estaba bronceada y la repulsión se fusionó en mis venas cuando me di cuenta de sus rasgos: georgiano.

Odiaba a los georgianos. El rostro del amo apareció en mi mente y gruñí en voz alta. En especial odiaba a los hombres georgianos. Suka. Todas eran putas suka.

Entonces mi piel me hormigueó cuando el hombre en la jaula se movió. Un charco de sudor estaba debajo de él y su cabello oscuro era resbaladizo, sudor corría sobre su húmeda piel desnuda. Gimiendo en su sueño, se puso boca arriba, con los brazos extendidos a los costados. Mi respiración se detuvo cuando sus pezones plenos aparecieron a la vista, su sexo sólo ligeramente a la vista debido a una pierna doblada. Su estómago era plano y chorreando gotas de sudor. Sus brazos y piernas eran delgados, pero tonificados. Mi cabeza cayó hacia un lado mientras lo observaba.

El amo no se veía así. El amo era más duro, más musculoso. No había nada en el amo que me gustara, pero este hombre georgiano...

Mientras yacía en ese suelo, mi respiración se detuvo. Imágenes de 152 inconsciente y rota, usada y abusada, en su cama me pasaron por la cabeza. Negué tratando de alejarlas, pero una sensación asqueada ardió en mi pecho al ver a este hombre de cabello oscuro así. Roto. Indefenso.

Una súbita rabia me consumió. No me permitiría hacer esto. No podía. Odias a todos los georgianos, me recordé. No importa lo rotos e indefensos que se vean. El rostro del hombre se alejó de la cámara; luego con otro gemido se volvió y su rostro entró completamente a la vista. Me congelé de nuevo. Me congelé y miré fijamente. Tenía piel suave en su rostro. Una nariz pequeña ligeramente respingona. Sus labios eran gruesos y fruncidos. Sus cejas negras estaban bajadas hacia abajo y sabía que estaba sufriendo.

¿ ERES REAL ? - JICHEOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora