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Universidad significaba "Hola demonio."

O al menos así lo era para Hinata Shoyo, un simple joven de dieciocho años que acababa de terminar su último año en la preparatoria y temía arruinar su futuro eligiendo alguna carrera universitaria para luego arrepentirse en el intento y, en el mejor de los casos, terminar viviendo bajo un puente.

—No te distraigas —Le dijo una voz a través del audífono que llevaba puesto y que a simple vista podían pasar desapercibidos como simples auriculares para oír música y no para que alguien escuchara la conversación —. Recuerda que estás en una situación peligrosa.

Shoyo suspiró, levantando su cara hacia la cámara de la cafetería donde se encontraba. Sabía que policía la tenía intervenida y que lo estaban viendo.

—No estoy distraído — Murmuró en respuesta el joven, sin saber muy bien por qué hablaba tan bajo cuando la mayoría de los supuestos trabajadores del local no eran más que agentes infiltrados —. Y define "situación peligrosa", padre.

—¿Ser la carnada para adentrarse en una de las mayores organización criminal de Japón no es suficiente?

Hinata Shoyo, el chico omega de dieciocho años con un alborotado cabello naranja que no sabía qué hacer con su futuro, había aceptado una oferta que era capaz de cambiar toda su vida.

O acabar con su vida, si las cosas salían mal.

Su padre, ese que era un agente reconocido en la policía japonesa, necesitaba ayuda para una misión que no lograban completar: Atrapar a una de las mayores organizaciones criminales en Japón.

Los Kageyama.

Una familia que llevaba años en el negocio pero siempre tenían la suerte de librarse de las autoridades. Shoyo no sabía si esa suerte era por tener el dinero necesario para escapar de todas las acusaciones o se trataba del miedo que causaban en los individuos.

Se sabía que los principales líderes eran un padre y su hijo.

Ahí entraba el plan de la policía.

Habían rumores sobre el hijo, el segundo al mando de ese gran imperio que habían creado.

Era un alfa con una gran debilidad por los Omegas, pero mantenía a raya aquellos deseos carnales cuando se trataba de su organización y era bastante astuto para desviar la atención de los negocios y dirigirla a él mismo. No tenía pareja fija, tal vez por el tipo de trabajo que tenía o porque era un muchacho de dieciocho años con las hormonas alborotadas.

Necesitaban a un omega lo suficientemente cuidadoso como para no caer en los encantos del alfa, uno que tuviera claro que su función allí era ayudar a la policía y uno que no babeara a primera vista por el objetivo.

Hinata, quien había crecido mirando a su padre salir victorioso de múltiples operativos, tenía en mente que él podía cumplir esa misión con éxito.

Porque, ¿qué tan difícil era no caer a los pies de un alfa arrogante?

—Antes de pensar en los peligros, necesitamos que su atención se mantenga en mí — Objetó Shoyo, terminando de ordenar todo en la mesa que ocupaba esa tarde. A simple vista parecía un chico que pasaba la tarde en un café cercano anotando cosas en un cuaderno —. En serio, ¿por qué sacaron la idea de un cliché? ¿Estamos en una película romántica?

Escuchó la risa de su padre a través del audífono.

—Pregúntale a tu objetivo, Shoyo — Respondió con calma, como si hace unos minutos no le estuviera recriminando a su hijo por estar más atento —. Frecuenta esta cafetería los días nublados y se fija en los omegas que se encuentran solos.

En la mira (Kagehina/Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora