EL SOMBRERO MÁGICO

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Érase una vez un hombre de edad avanzada que tenía el pelo canoso y una barba corta y blanca. Vivía en una humilde cabaña a las orillas de un pequeño pueblo rodeado por montañas. El anciano era de clase baja y sus pertenencias eran escasas. El viejo hombre tenía una esposa a quien amaba y complacía con lo poco que podía ofrecerle.

En esa época no existían los celulares, las redes sociales, el internet y, ni siquiera, el Netflix. Pero si existían los sombreros y la magia. También existían los circos. Pero al pueblo del viejo no llegaban. Sólo pasaban por el camino que conducía a la ciudad.

En una ocasión, pasaron carruajes repletos de carpas y actores de circo. Llevaban muchos otros objetos que necesitaban para sus presentaciones. Era tanta la prisa del circo por llegar a la ciudad de destino, que no se dieron cuenta de que una de las cosas que llevaban salió volando por los aires.

Se trataba de un objeto negro de doce puntas dirigidas hacia el cielo, era un sombrero, que utilizaba la clase alta en esa sociedad. El hombre viejo vio como salió volando aquel objeto por los aires. Con premura trató de alcanzar aquel sombrero, porque sabía muy bien cuan valioso era.

Del suelo tomó el sombrero. Lo observó por un instante y le sacudió el polvo que había recogido al caer. Luego, se lo puso sobre la cabeza y de inmediato desapareció. Así invisible, se alejó del lugar, por si alguien regresaba a buscarlo.

Llegó a un parque y se detuvo. Se quitó el ombrero y volvió a hacerse visible. Lo colocó a un lado suyo y lo contempló detenidamente, mientras se decía a sí mismo: "¡Qué afortunado soy al haber encontrado este sombrero!". Imaginó todo lo que podría hacer con él. Pensó que podría meterse a los tesoros más grandes del mundo y extraer un poco de cada uno de ellos para poder formar el suyo propio. Consideró lo feliz que podría hacer a su esposa, ofreciéndole todo lo que antes no había ni siquiera imaginado que le podía dar. Sin embargo, reflexionó en que no podría llegar con algo tan valioso desde un principio, porque su esposa sospecharía de inmediato que algo no estaba bien.

Recordó como había sido difícil su vida y la de su esposa en las condiciones en las que habían vivido siempre. Entonces su alma comenzó a llenarse de codicia. Miró a su alrededor y vio una casa grande al fondo. Se incorporó, se puso el sombrero, cuidando no ser visto por nadie y se dirigió a ella. Llegó a una ventana y se puso a observar hacia adentro. Miró todos los objetos que estaban allí. Había un monton de libros en un librero enorme. Había una mesita que tenía una lámpara de cristal con los bordes de oro y rubies en sus costados formando racimos de uvas en cada uno de ellos. Pensó: "Esa lámpara debe valer una fortuna. Creyó que sería demasiado por ser tan fina.". Continuó observando. En las paredes se veían, colgados de ellas unos cuadros muy grandes y hermosos. Dos de ellos parecían repetirse pues se veía una mujer de perfil, vista desde atrás con un ornamento del listones de colores que llegaban más allá de la mitad de su espalda. Del otro lado había otros dos cuadros gemelos, pero de diferente tamaño, en los que se apreciaba a un hombre con ropa de campesino, llevaba un sombrero con plumas, y un bastón entre sus manos tocando su barbilla. Consideró que también eran demasiado ostentosos.

Decidió entrar para ver más de cerca todo lo que había en esa casa. Al introducirse, se dió cuenta de que el dueño de aquel lugar descansaba en un sillón que se mecía. A pesar de ser invisible sabía que podía tropesarse con los muebles y objetos de aquella casa y eso lo podía delatar, así que caminó con sigilo y de puntas para no ser percibido. En el centro de la sala vio una mesa que tenía un par de objetos muy brillantes. Se trataba de dos agujas de plata para tejer. El hombre se acercó a ellas, las tomó y se las llevó. Se dirigió hacia la puerta cuidadosamente y se marchó.

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⏰ Última actualización: Mar 28, 2023 ⏰

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