«Shouganai: "No se puede evitar". Hace referencia al destino y a todo lo que está fuera de nuestro control. No es un sentimiento de resignación, sino de aceptación para poder seguir adelante sin remordimiento ni culpas»
-o-o-o-
Sakura no está segura de cómo empezó, ni exactamente en qué punto de la historia. Su primer recuerdo de un viaje viene cargado de mucha agua y manchado con la salinidad de sus propias lágrimas.
En un momento, Ino y ella están jugando a hacer castillos en la arena y lo siguiente que sabe es que la voz de Ino-chan se vuelve un susurro mientras las voces de personas que no están suben hasta sus oídos como ecos que se repiten en su pequeño cerebro.
—¡Kakashi! —grita una mujer y Sakura se sacude la concha de la oreja. La silueta de Ino cubierta de arena y mejillas bronceadas se empieza desdibujar lentamente, no importa qué tan fuerte la pequeña niña se frote los ojos— ¡Voy a aparecer ahí, y si no saltas justo ahora para salvarme, te arrojaré al agua!
El tirón que viene empieza en un punto entre su estomago y su pecho, es donde mamá dice que duele luego de comer mucho, justo donde mamá dice que se esconde la tristeza. Pero Sakura no está triste, está mareada y confundida mientras saborea la salinidad del agua de mar en la punta de la lengua.
Y luego. Súbitamente. Está nadando.
Solo que Sakura no sabe nadar, por lo que patalea con fuerza mientras lucha con las corrientes y el agua fría le rompe los pulmones y duele justo donde hay tristeza. Y mamá no aparece cuando grita por ella y el agua le quema el pecho.
Se siente pesada, mareada, casi como si Ino le hubiese empujado con demasiada fuerza en el columpio, pero no es Ino quien la lleva en brazos, no es papá quien la tiene sobre el pasto y sostiene su mano, no es mamá que repite una y otra vez "Todo está bien, Sakura, abre los ojos".
Cuando la tos es tan insoportable que debe sentarse para poder respirar, una hermosa señorita brillando en la luz verde de las luciérnagas, le sonríe con amor.
—Con calma, Sakura-chan —repite suavemente. Ella es algo así como una ninfa. Un hada, como en los cuentos que papá le lee antes de dormir.
—¿Está bien? Quiero decir, tú estás bien, supongo.
—Cierra la boca, Kakashi, la vas a asustar.
Sakura toma bocanadas cortas de aire hasta que siente que puede volver a enfocar la mirada sin que el agua quiera brotar por su nariz. Está tirada sobre un parcho de arena tibia, y el hada asoma su cabellera rosada justo frente a la cara de la niña.
Rosa, como yo.
—Estaras bien, Sakura. Sígueme. —La mujer da respiraciones profundas y ruidosas y espera que la niña haga lo mismo.
Sakura mira a si alrededor, apenas esta cayendo el sol, pero no está en la playa que conoce. Ino-chan no está a la vista, y mamá y las sandías dulces que cortaba para ellas, han desaparecido.
Las lágrimas se acumulan en los bordes de sus ojos. Está sola.
—¿Dónde está mi mamá? —Llora. Gimotea cada palabra en un arrastre de voz y mocos.
El hombre del lunar y el sombrero, está tan empapado como ella, él se agacha a su altura, sus ojos suaves le miran con cariño mientras ofrece una sonrisa amable y limpia sus lágrimas. Sakura quiere alejarse, quiere huir de ellos y buscar a mamá. Porque ella no la dejaría sola, mamá nunca...
—No estás en casa —dice el hada—. Pero volverás, Sakura-chan. No tengas miedo de mí. O de tí.
Ella mira al hombre, él pone una larga capa blanca sobre los hombros de la pequeña y es solo hasta ese momento que se percata de que tiene mucho frío y está completamente desnuda. Mamá dice que las señoritas no pueden andar sin ropa. Ella buscaría un hermoso vestido para Sakura, cada vez que la encuentre sin ropa vagando en la casa. Es por eso que mamá no puede dejarla sola, porque Sakura-chan la necesita.
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El tiempo contigo.
AventureKakashi la ha conocido desde tiene memoria. Ella lo vio luego de la muerte de su padre, y jugó con él cuando Pakkun apenas podía ladrar. Ella también le ayudó a elegir su máscara ANBU. Sakura era, después de todo, esa presencia imperdible que había...