Cap 2 - En bucle.

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Roberta se hallaba cruzando la entrada del Élite Way, mientras intentaba formular mentalmente de forma rápida una buena excusa que la pudiera sacar efectivamente del lío en el que estaba metida, pues si se habían dado cuenta de que no pasó la noche en el colegio sin tener el permiso correspondiente, seguro no se salvaría del castigo que se le venía encima.

Sin duda ese lío era culpa de Diego, pensó, fue él quién tejió los hilos para que ella saliera disparada del colegio la noche anterior, para después retenerla forzosamente en su departamento, sin embargo, ese pensamiento solo hizo que se desviará a otros que la atormentaban inquisitivamente y no la habían abandonado las últimas horas. Aún así , y teniendo pleno conocimiento de que su vida estaba casi que literalmente patas arriba no pudo evitar la sonrisa estúpida e instantánea que se le dibujó en los labios.

Percibía como algo había cambiado en ella, y aunque se sentía presa del miedo por lo imprevisto que fue todo, no estaba arrepentida, a fin de cuentas hizo por primera vez en mucho tiempo lo que le dictaba su corazón en lo concerniente al amor, y definitivamente eso la dejaba con la conciencia más tranquila. Pese a eso, no podía ignorar todas las alertas que se encendieron en su interior apenas se despertó a primera hora de la mañana al lado del muñequito de plástico, pues ahora que podía pensar con la cabeza y no con el calor que desprendía entré sus piernas, sentía como miles de preguntas y escenarios se manifestaban en su mente, uno tras otro sin darle tregua alguna.

Estaba tan inmersa en sus cavilaciones que casi no daba crédito a que ya estuviera a punto de dirigirse a su habitación; sin duda el hecho de que haya cruzado casi todo el colegio sin que la vieran, evitandose así un fatidico regaño le quitaba un peso de encima. Tal vez el día no tenía por qué ser tan complicado como ella se lo imaginaba, o por lo menos eso creyó.

— ¡Roberta, mi reina santa, estas bien!

Cerró los ojos por una fracción de segundo al escuchar a su madre, ya decía ella que no todo podía ser perfecto.
En un santiamén se descubrió siendo abrazada por su progenitora tan fuerte, que pensó le iba a quebrar un par de costillas.

— Mamita, podrías por favor dejarme respirar— dijo luego de un par de minutos que sintió eternos.

— Mi amor preciosa es que no puedo creer que estés frente a mi.

—Mamita ¿se te safó un tornillo o no te tomaste tus pastillas hoy?—  preguntó divertida

— Roberta por favor ¡no digas esas cosas!

— Es que ve como estás mamá, estás muy alterada

— Ay mi cielo preciosa, es que no sabes la angustia que pasé. Esta mañana llegue súper temprano al colegio para dejarle a Pascual las galletas que según estoy enseñando a hacer en el taller, después te fui a buscar y Lupita me dijo que no habías pasado la noche aquí, estabamos tan preocupas por ti, mi amor, no sabes las horas tan horribles que pasé.

— Bueno, pero ya estoy aquí ¿o no, mamita?—dijo al tiempo que bajaba la mirada hacía sus manos en un gesto inconsciente de nerviosismo.

— Ah pero es que eso no es todo mi reina — continuó Alma, notando como su hija se ponía nerviosa con cada segundo que pasaba — después, cómo no podíamos quedarnos de brazos cruzados viendo que no aparecías, pensando lo peor, decidimos preguntarle a los chicos de tú salón si sabían tu paradero, y uno de tus compañeritos, el de gafitas...

Tal vez mañana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora