Capitulo 1. Malas nuevas

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Narcisa estaba segura de que envejecería en la más placentera soledad y su único consuelo serían las cientos de fotografías de atardeceres que tomaría de los lugares más remotos de la Tierra.
Desde niña su más grande aspiración era viajar y recorrer el mundo, pero, la vida no se lo había puesto fácil y a sus todavía veintitantos años no había logrado llegar más allá de un par de ciudades vecinas con una cámara demasiado desgastada como para lograr sus pretensiones.
No se desanimaba, no le gustaba pensar demasiado, le gustaba convencerse a sí misma de que en algún momento lograría hacer que su situación cambiara y entonces podría cumplir su sueño más preciado.

Cuando tenia momentos libres disfrutaba de descubrir en su ciudad lugares para apreciar el ocaso, era ya tan experta que sabía desde qué lugares el cielo se veía en su mejor tono rozado durante la primavera; dónde, tras una tarde lluviosa podía apreciar mejor al sol irse entre las nubes; y en qué sitios pasar las tardes frías.

No se quejaba de la simplicidad de su vida, su trabajo, sus aspiraciones y la música que escuchaba día a día eran su más preciada compañía.
En las oscuras noches de insomnio a veces llegaba a pensar que nada en su vida nunca cambiaria, que quizá su sueño jamás se cumpliría y solía llorar, pero era solo muy de vez en cuando, y, a la mañana siguiente, ella despertaba más radiante y con más ganas de vivir que nunca.

Sin embargo, una mañana, después de esas raras de noches de insomnio ella no sintió esa vitalidad que solía embargarla cuando lloraba, por el contrario, el deseo de quedarse en cama y faltar al trabajo fue tan grande que casi le hace llamar a su jefa para reportarse enferma. Lloró en la ducha mientras se bañaba y lloró mientras se preparaba el desayuno; lloró más aún al sentirse preocupada por no poder dejar de llorar y llegó al trabajo con los ojos tan hinchados que creyeron sus compañeros que estaba enferma y que necesitaba retirarse. No lo hizo.

Ella no tenía amigas, lo más cercano a una era su vecina de escritorio en la oficina, con la que a veces solía ir por un café y con la que una vez en una fiesta de navidad se pasó de copas; almorzaban juntas siempre que tenían la oportunidad, pero jamás se habían visto fuera de la oficina por cosas ajenas del trabajo.

Cuando llegó la hora del almuerzo y Teresa se sentó a lado de Narcisa, la muchacha comenzó a llorar de nuevo, el motivo que dio a su compañera: la comida no se había calentado lo suficiente y ahora tendría que ir de nuevo a la cocina para volver a colocarla en el microondas.

A Teresa aquello le pareció una total exageración pero casi en el momento en que concluyó aquello un recuerdo de sí misma durante el embarazo de su primer hijo llegó a su mente; durante los primeros meses, incluso antes de saber que sería madre, Teresa solía llorar por todo, porqué su esposo no dejaba la ropa sucia en su cesto, porque su esposo no le dejaba elegir a ella el canal para ver en la televisión o porque por culpa de su esposo ella llegaría tarde a la oficina.  Ver a Narcisa llorar por aquella cosa le hizo recordarse a sí misma, en aquella época, aunque sabía que Narcisa no tenía esposo, pero por supuesto que sabía que no era necesario tener uno para embarazarse.

Cuando Narcisa llegó de la cocina con su comida muchísimo más caliente que cuando se fue, su compañera le preguntó por el motivo de su llanto, la respuesta rápida de la muchacha fue: —No lo sé, desde ayer me siento así—.

—Recuerdo cuando antes de saber que estaba embarazada de Carlitos me daban muchas ganas de llorar por todo— replicó su compañera.

Narcisa la miró sin decir palabra.

—Pero quizá solo estés ovulando, a lo mejor mañana te llega y por eso estás sensible hoy—.

Narcisa miró a la mujer mientras sus ojos se empañaban en lágrimas de nuevo, sacó su teléfono para mirar su calendario menstrual y comprobar que tenía varias semanas de retraso; no había sido consciente de que el mes anterior no había tenido la regla y en lo que iba de ese tampoco. Se levantó de prisa dejando su plato intacto de comida y a Teresa confundida en la mesa.

Frente al edificio donde trabajaba había una pequeña plaza comercial, fue de prisa y compro una prueba casera de embarazo, se la realizó y mientras esperaba los eternos minutos para ver el resultado en su mente se instalaban los recuerdos de la última vez que estuvo con alguien, alguien a quien no había vuelto a ver y con quien no tenía la más mínima comunicación: un cantante italiano perteneciente a un grupo de ópera pop, aunque no estaba segura cuál.

Positivo.

Narcisa estaba embarazada, no necesitó una segunda prueba, dentro de su alma y su cuerpo supo, en cuanto las dos rayitas se pintaron, que esa era la realidad, su realidad, y era mucho peor de lo que ella pudo haberse imaginado. Ya no lloró en su lugar entro en un estado de letargo que le hizo perder el resto de la tarde en el trabajo.

Mientras, a miles de kilómetros de distancia, el famoso trío llegaba al aeropuerto Leonardo Da Vinci después de dar por concluida su gira mundial; estaban cansados y satisfechos, por fin podrían pasar unos meses en casa, descansar y reponerse. Partieron de inmediato cada uno a sus hogares donde sus respectivas familias los esperaban y determinados a desconectarse del mundo por un tiempo así lo hicieron, ignorando por completo que en otro continente se estaba gestando el hijo de uno de ellos.

Aman-tresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora