Narcisa jamás se había detenido a pensar que haría si algún día tenía la oportunidad de convertirse en madre, porque eso era algo que ni siquiera figuraba en sus posibilidades.
Ser responsable de amar, cuidar y mantener a otro ser humano que no fuera ella parecía ser demasiado trabajo; y es que, para ser honestos, ella no era la persona más responsable del mundo; sus finanzas no eran sanas y todas sus malas decisiones las justificaba con la idea de que era joven y tenía derecho a equivocarse.La noche en que la prueba salió positiva ella no durmió. No lloró. No sintió nada. Estaba en una estado de letargo que le impedía sentir algo, con una mano en su vientre era consciente de que su respiración apenas contenía los niveles mínimos de oxígeno para mantenerla con vida. Cuando salió el sol a la mañana siguiente pidió el día libre, ese, con el de la tarde anterior sería el segundo día que se le descontaría de esa quincena, en ese momento no le importó.
La pasividad de la noche anterior ya había pasado y en su lugar una enorme preocupación comenzaba a agobiarla, no tenía familia, no tenía amigos, ni siquiera tenía un novio con quien contar o alguien, quien, fuera, que estuviera a su lado para apoyarla, vamos, mucho menos tenia el dinero suficiente o un hogar propio para responsabilizarse sola de una criatura. Pensaba en ella misma y en la infancia que había tenido que pasar a lado de su madre; su madre había sido una madre joven, mucho más que ella en ese momento, y el nivel de carencias y malos tratos al que había sido expuesta cuando niña la había marcado de maneras difíciles de explicar; Narcisa pudo alejarse de su hogar lo suficientemente pronto como para que su estabilidad emocional no estuviera hecha añicos por completo, pero su propia experiencia le había hecho entender de manera implícita que ella jamás repetiría el patrón, que jamás sería madre, porque jamás estaría lista.
Llegó hasta un parque y se sentó. La mano se posaba en su vientre de manera involuntaria, se veía a sí misma como madre y se veía siendo igual que su madre. Y lo odiaba.
Estuvo sentada en esa banqueta al rededor de dos horas, sin hacer nada más que ver a las decenas de chiquillos que pasaban por ahí con su madres y padres y personas que los amaban y los habían deseado traer al mundo. Se daba cuenta de que ella jamás sería capaz de amar al bebé que crecía en su vientre y se levantó de su asiento creyendo firmemente que había tomado una decisión. Se dirigió a la clínica de gobierno más cercana y buscó la asesoría necesaria para abortar, había tenido suerte, tenia un cupo al día siguiente, así que se fue del lugar teniendo la certeza de que volvería apenas amaneciera de nuevo.
Caminó de regreso a casa, se sentía un poco más en calma, llegó directo a su cama y descanso reponiendo el sueño de la noche anterior. Despertó hasta la mañana siguiente, poco antes de que su despertador sonara y lo hizo porque unas muy inusuales ganas de vomitar la invadieron. Se fue corriendo al baño pensando por un segundo que lo que había comido el día anterior le había hecho mal, y entonces, le dio un vuelco al corazón y posando la mano en su vientre se dio cuenta de que no era por algo que había comido, sino que su bebé le estaba dando señales de vida.
Lloró lo que no había llorado desde que se enteró, de pronto y de la nada despertó en ella un instinto maternal que no sabía que tenía, y, unas inmensas ganas de proteger a la criatura que habitaba en su vientre, la invadió. Se sintió valiente. Supo que no podría acudir a su cita, en lugar de eso se vistió para ir al trabajo y comenzó a planear cómo sería su vida de ese momento en adelante.
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Los mensajes en las buzones de Instagram de los integrantes de Il Volo tenía fechas de hasta un mes atrás, no podían saber si habían sido enviado por más tiempo pues en la configuración de la aplicación los mensajes no deseados se eliminaban de forma automática al cumplir el mes. Horas más tarde de que Ignazio Boschetto hubiera leído aquel mensaje, estaban todas las partes involucradas sentadas en la sala de estar de Piero Barone, otro de los cantantes de la banda.
Habían coincidido los tres en que la reconocían, definitivamente la chica de ese perfil había estado en el hotel con ellos, y, sobre todo, Piero Barone no guardaba dudas porque, la noche del concierto, él la había notado entre el público, no porque le hubiese llamado la atención su belleza, que si bien no era extraordinaria, la chica era muy guapa, sino porque, a diferencia del resto de la audiencia que estaba en primera fila, ella lucia tan apacible, tan absorta en la música, desde que la había notado de vez en cuando su mirada se desviaba hacia ella y ni una sola vez la miró en su móvil o cantando desenfrenada, el muchacho se dio cuenta de que ella estaba viviendo el concierto de manera muy profunda y eso le había llamado la atención.
Y ahora, resultaba que la mujer decía estar esperando un hijo, y la sola idea de que podía ser él el padre le llenaba de un miedo insuperable.
—No hay nada más en internet— dijo uno de los hombres de la comitiva —no hay nada.
Estaba esperando encontrar algún rastro, algo que le pudiera indicar que aquello estaba a punto de volverse un escándalo social, pero no había nada. Ni post en páginas de club fans, ni en twittee o Telegram. El hombre estaba ahí con ese único propósito, medir el impacto en redes.
—Si hay un bebé en camino— dijo Ignazio —y ese bebé tiene posibilidades de ser mío... yo... yo no puedo permitir que sangre de mi sangre ande por ahí...
—Ni yo— intervino Gianluca Ginoble, el tercer integrante de la banda — yo, tampoco podría permitir que un hijo mío anduviera por ahí sin ser reconocido.
Y es que los tres sabían que existía la posibilidad, y la sola duda los volvía locos.
Ignazio contestó el mensaje de Narcisa, indicándole que alguien iría a visitarla a México.
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Aman-tres
FanfictionLa vida tiene infinitas posibilidades. Historia inspirada en Il Volo