El grito

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No podía moverse. Estaba paralizada. Miró hacia el manto estrellado y una luz iluminó su rostro desconcertante. Escuchaba a los cuervos que, poco a poco, la estaban rodeando con frialdad. No podía alejarse. Tan solo podía esperar. De pronto, un grito vacío e intenso hizo que fueran hacia ella y despertó. Miró al frente y de lejos veía de nuevo a los cuervos acercarse. Una y otra vez. Una y otra vez.

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