4 & 5

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Más de esta perfecta pareja.

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4. Beso sorpresa, tomando al otro desprevenido.

Lo que llevaba al borde de la desesperación a Shikamaru eran las más inocentes cosas; tales como verla en la noche con su cabello húmedo y sentada en una silla aplicándose crema que le había ofrecido Yoshino; o temprano en la mañana cuando sin siquiera usar un espejo empezaba a armar sus simétricas coletas rubias y por un momento estiraba su grácil cuello de un lado al otro.

Sabía que Temari no añadía conscientemente cualquier gramo de sensualidad en dichas actividades, pero él no podía evitar pensar qué se sentiría trazar las yemas de sus dedos por aquellos pedazos de piel expuesta, incluso aunque ser espectador de esos momentos sólo se debía a que su madre le ordenaba que le llevara más sábanas a su invitada o le avisara que estaba listo el desayuno.

«¿No está acostumbrada a vivir en climas más cálidos?, llévale esto, Shikamaru, ¡es otoño! Que no vaya a pasar innecesario frío. Agradece que haya puesto la lavadora ayer, ¡debes avisarme antes!», había dicho Yoshino alguna vez.

Ó,

«¿Como que no le gusta el pulpo? Estaba a punto de servirle eso, Shikamaru Nara. ¡Debes decirme esas cosas de ella! O no, yo misma le preguntaré de ahora en adelante», también había dicho Yoshino justo esa misma mañana.

No es que no tuviese intención de comunicarlas a su madre, era simplemente que tanto él como Temari nunca planeaban que ella iba a pasar la noche con ellos. Pasaba a veces porque elaborar documentos era más fácil en el desocupado estudio que había pertenecido a su padre con el montón de bibliografía que éste había recolectado con los años, pero justo antes de ella salir caía algún torrencial aguacero así que ¿para qué hacerla moverse por la aldea si tenían más de una habitación disponible?

Otras veces era porque dos niños Nara, Shikahiro y Yūsuke, habían nacido con alta afinidad al elemento viento pero pobre desempeño con el jutsu del clan —nada de qué avergonzarse le había asegurado a los dos niños de diez y once años, su clan no iba a entrar en desgracia sólo por ellos dos— y aunque a veces le pedía el favor a Naruto de entrenar con ellos, todas las veces que Temari estaba disponible prefería convencerla a ella de venir a territorio abierto del clan; Temari al fin y al cabo tenía mejores habilidades para la enseñanza de las que nunca tendría Naruto, explicando con certeras palabras todas las nuevas dudas de aquellos dos niños. Así que, luego de horas de entrenamiento era lógico invitarla a quedarse a cenar. Y a ofrecerle la posibilidad de una buena ducha y ropa limpia y eventualmente darle las buenas noches antes que ella entrara a su asignada habitación.

Si alguno de sus amigos también estuviera presente o si incluso su propia madre lo encontrara en esos breves momentos de admiración hacia Temari, verían cómo durante instantes se quedaba completamente cautivo por ella. Eran sólo segundos, los justos antes de recapacitar y antes de hacerle pasar a alguno de los dos un momento incómodo.

Y además no era como si Temari quisiera deliberadamente mostrarle tales facetas domésticas de su ser y mucho menos querer seducirlo.

Sin embargo, una vez —muy muy tarde, pasada la medianoche porque Kakashi había recibido una inmensa orden de misiones rango A y B las cuales él tuvo que estratégicamente repartir— en lugar de continuar hasta la puerta principal de la casa la rodeó hasta su parte posterior y encontró  a Temari sentada en la madera, reclinada un poco hacia atrás soportando su peso en las palmas de sus manos.

Shikamaru no le preguntó qué hacía ahí, no se atrevió a hacer cualquier pregunta que pudiese arrugar su ceño o hacerla sentir que no era bienvenida allí. Ni siquiera quiso preguntarle si Yoshino ya sabía que estaba ahí afuera —siendo ésto último muy poco probablemente, de lo contrario su madre ya la habría mandado a dormir bajo pulcras y fragantes sábanas.

Besos | ShikaTemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora