Hoseok se acomodaba un precioso moño negro alrededor de su cuello, el cual solo mantuvo aquel toque rustico a su camisa con dobladillos en un cuello alto de encaje blanco. Desde que Yoongi había visto como la transparencia de la tela se mostraba delicadamente en sus clavículas, y como la caída de sus hombros era adornado con hombreras parecidas a unas lindas alas de mariposa, siguiéndose por unas mangas aglobadas, con un fruncimiento en botones para ajustar su muñeca, pensó que todo era simplemente hermoso.
Yoongi, gozaba con la vista de cerca para analizar los detalles desde abajo de la camisa, miraba los bordados de flores épicamente bien formados y que se terminaba por completar con un fondo de puntos blancos.
—Siento que me veo muy formal. —Su amigo daba medio giro sobre sus talones para detallase aun mas enfrente del espejo.
—La camisa es hermosa — habló Jungkook desde adentro del probador. Estaba presente la necesidad de halagar aun sin ver cómo es que la prenda esta puesta —. Si tu no la quieres déjame probarla.
—Es un estilo victoriano, me agrada y creo que se ve muy bien Hoseok. —Yoongi sonreía y parpadeaba siguiendo analizando la finura de la ropa—. Te veras elegante y propio. --concluyó.
Hoseok se seguía mirándose por el espejo, frunciendo levemente su ceño al no estar tan convencido.
—¿Pantalón negro o blanco? — preguntó aun intentando conocer más sus encantos — Sabes no quiero que piense: Se ve tan inocente, que no sé qué quiero con él. Pero tampoco un: Se nota elegantemente conservador.
--¿A que quieres llegar? -- preguntó Yoongi confundido.
--A una segunda cita...
--Quiere llegar a segunda base sin verse como alguien fácil. -- concretó Jungkook.
--No, tampoco. Tus palabras no pueden describir así a alguien que le gusten las relaciones carnales. —Hoseok negó moviendo su cabeza.
--¿En serio dijiste relaciones carnales? -- Jungkook rió--. Tienes el vocabulario de mi abuela.
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Libros, Deseos y Park. [omegaverse]
FanficMin Yoongi, amaba el romance con tanta pasión que siempre había deseado un amor así para su vida, nadie podía culparlo, pues había crecido con un amor a la lectura incondicional desde sus cortos once años. Es más, se podía saber cada dialogo, emoci...