Capítulo 5: La niña buena y la sacerdotisa

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«El olor del café en la mañana, los latidos de las manecillas del reloj, las flores de cerezo brotando en abril y el sonido del mar, son algunas de las cosas más pequeñas que forman parte de nuestro mundo.

Y eso es mágico».

A la mañana siguiente, luego de que Reimu despertara de aquel sueño y se levantara, preparó el desayuno mientras Hoshiko, al no tener dónde pasar la noche, descansaba en el futón acompañada de un abanico. Abrazando la almohada como si fuera un niño pequeño con su oso de peluche. El platillo consistía en sopa de miso, arroz gohan gratinado con salsa de soya, tofu y algas; un pedazo de yakizakana (pescado a la parrilla), té verde y udon caliente con su toque especial: un huevo estrellado.

Marisa, quien también se había quedado a dormir en el templo como casi todos los días, fue la primera en aparecer en la cocina y saludar con una sonrisa risueña:

—Buenos días, rayito de sol~.

—Oh, Marisa—respondió Reimu ante el cariñoso acto de decir "hola" de su amiga—. Buenos días. ¿Y ese milagro que decidiste levantarte antes que las demás?

—Siempre lo hago, incluso cuando estoy en casa—enunció la joven bruja al sentarse en la mesita con sólo dejar reposar sus piernas cubiertas con su pijama blanco de estrellas azules que fue un regalo de Reimu en la Navidad del año pasado—. Hasta Kourin sabe bastante bien cuándo vengo aquí y puedo caminar sin ningún problema como si estuviera en mi propio hogar, y cuándo estoy allá. Quizá algún día podamos hacer pijamadas juntas ahí.

—Y lo sería perfectamente, de no ser que lady sarcasmo Yakumo¹ y su mejor amiga puertas locas² a veces me tratan y me chipilean como una niña pequeña de primaria cuando en realidad tenemos casi la misma edad; la única que, a pesar de sus regaños y sermones, me trata como una chica normal es Kasen.

Notas 1 y 2: Reimu se refieren con estos dos apodos a Yukari Yakumo y a Okina Matara.

—O sea, ¿y cómo te veía Hoshiko si nos hubiéramos conocido desde hace laaaaargo tiempo, Reimu?

—Ay, yo que sé. Supongo que a nosotras nos veía como si fuéramos...simplemente amigas de la infancia—argumentó Reimu después de quedarse pensativa ante el breve canto de un grillo, sin comentario alguno ante esa pregunta.

—Tienes razón, aunque si intentamos presentarla ante nuestras conocidas tal vez ella puede unirse a nuestro círculo social. Además, y porque no lo habíamos notado, para ser una ermitaña bien pudo haber tenido bastante tiempo y haya renunciado a su propia humanidad por alguna razón que ella considere necesaria para justificar sus acciones.
"Ajá, eso ya lo sé", complementó Reimu al bajar el fuego con el abanico de mano; "de hecho, como sacerdotisa hay muy buenos motivos del porqué la mayoría de la gente prefiere renunciar a lo que tiene para ser un llanero solitario: obviamente lo hacen para explorar algo nuevo que no lo experimentaron en el pasado".
"¿Y eso de qué tiene relación entre eso y tener más de cien amigos?"
"No lo sé, pero tengo el presentimiento de que quizá no haya sido una por nada del mundo, o simplemente haya vivido más tiempo incluso antes de que nosotras naciéramos", Reimu alegó al sostener el cucharon posterior colocarse el mandil con estampados de gatos, el cual también fue un obsequio de Marisa en Nochebuena.
"Me imagino mucho, aunque me sorprende de que ella sea apenas una niña como para ser una ermitaña. ¿No crees eso?", Marisa formuló al ponerse pensativa y, viendo una hoja de papel y un lápiz, tomó el papiro con sus manos. Empezó a garabatear una sola línea; luego, comenzó a dibujar un círculo semiperfecto para después finalizar con dos puntos en medio de la figura.

—Es lo mismo que estaría pensando, y eso de ser la primera vez en conocerla. Pero hay un pequeño detalle, el más diminuto del mundo.

—¿Cuál?

Touhou Hoshizuku~La pequeña estrella de GensokyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora