17

19 8 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

FELIX

 Jisung resultó ser como un niño pequeño con hiperactividad, cuyos pensamientos eran mucho más rápidos que su boca.

Hablaba sin parar de cosas que parecían no tener ningún tipo de sentido, pero pasados unos minutos, Felix fue capaz de empezar a encontrar la conexión entre todas ellas, y así comprender que en realidad no estaba majareta, sino que casi todo lo que escupía estaba bastante desordenado.

No le costaba ni un poco entender por qué a Hyunjin le gustaba tanto hablar con él. Jisung era un conjunto de ideas aparentemente disparatadas e ilógicas, y de datos aleatorios, pero a pesar de esa impulsividad que parecía hacerlo incapaz de cerrar la boca, siempre conseguía frenarse unos segundos para preguntarle si se encontraba bien, si estaba cómodo, y si necesitaba algo.

Aquellas preguntas eran irónicas por tantos motivos que Felix no sabía ni por dónde empezar.

Permitió, falsamente mosqueado y secretamente divertido, que revisara las ataduras de sus tornillos y manos a la silla que había en el centro de su cuarto, y finalmente se le escapó una risa cuando lo vio agacharse frente a él y apuntarlo con un dedo.

—Si intentas huir, te haré cosquillas —amenazó Jisung, hablando mortalmente serio.

—Estás cometiendo un error —lo avisó, levantando ambas cejas.

Jisung lo miró con confusión.

—¿Al secuestrarte? No, no. Esto es lo mejor. Yo quiero algo y tú eres algo que Changbin quiere. Haremos un trueque. Como aquella vez que mi abuelo cambió cuatro gallinas por dos sacos de arroz, en el invierno de... no me acuerdo.

¿Y yo qué soy, las cuatro gallinas o los dos sacos de arroz? Felix suspiró, mirándolo con paciencia.

—No. Al atarme.

—Pero si no te tuviera atado te escaparías —dijo Jisung con toda la lógica del mundo. Se puso de rodillas frente a él, dejando de estar de cuclillas.

—Aun así es un error —insistió Felix.

—¿Por qué?

—Porque cuando alguien ata a otra persona durante un secuestro no es solo para que se escape, sino para hacer que se sienta vulnerable. Que esté aterrado, porque sabe que no podrá defenderse en caso de que quieran hacerle algo. Lo que sea.

Antes de morir | au changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora