Una canción antes de dormir.

209 14 1
                                    

El terrible frío de aquel valle lamía mi piel, el sonido de mis pasos eran amortiguados por la espesa nieve que caía del nublado cielo.

Lastima que el hermoso color blanco de la nieve estuviera siendo manchado por mi sangre.

Mi respiración era agitada y cada inhalación representaba un estallido en mi pecho por las bajas temperaturas que azotaban aquel valle.

Estaba consciente de que no me serviría de nada retirar la flecha incrustada de mi hombro, pues empeoraría la herida que esta me había causado. Continué avanzando por el extenso bosque en busca de un lugar seguro, pues el jinete que me perseguía sabía que herida no llegaría muy lejos. Conocía cada parte del lugar, más el mareo que rasguñaba mi cuerpo no me dejaba pensar con mucha claridad hacia donde me dirigía.

—¿Donde estás, pequeño zorrillo?—Su profunda voz haciendo eco entre los árboles erizó los vellos de mi piel.

Me había encontrado.

Como pude, me escondí detrás de un arbusto con ramas secas entrelazadas, esperando que fueran suficiente para cubrirme.
Sin embargo el rastro de mi sangre era evidente. Mi corazón latía con fiereza y mis dedos estaban entumecidos por el frío y miedo que sentía.

—No quiero hacerte daño, por favor huye de aquí—Escuché cómo tensaba la cuerda del arco—Necesito que te vayas antes de que te encuentre, si lo hago, dispararé la flecha directo a tu corazón—En su voz fue evidente la angustia que sentía. Con cuidado observé a través de las ramas y noté como su hombro sangraba exactamente en el mismo sitio donde yo estaba herida.

Vaya mierda de maldición.

No podía huir, pues no llegaría muy lejos y me alcanzaría fácilmente. Solo necesitaba ser silenciosa y paciente, con suerte se iría.

El galopar de su caballo se alejó lentamente, y aguardé unos minutos más hasta que supe que se encontraba lejos.

Hoy había tenido mucha suerte.

(...)

—¿Y que pasó entonces?, ¿el cazador supo que aquel Zorro era su amada?—preguntó aquella niña con miedo a su madre.

—Si, luego de intentar cazarla por un tiempo, descubrió que aquel animal era realmente su amada, quien estaba bajo una maldición que la hacía tomar esa forma. Sin embargo, el arquero también estaba maldito y condenado a cazar a ese zorro por la eternidad—

—¿Pero si cazaba al zorro el arquero también...?—La niña, aún asombrada por aquella trágica historia, no terminó de formular su pregunta

—La maldición que ambos sufrían, era una espejo, es decir, que si el arquero lograba dar a su corazón con la flecha, el sufriría el mismo destino que ella—

Sus pequeños ojos brillaban debido a las lágrimas que retenía mientras escuchaba la historia.

—¿Al final el arquero pudo cazar al zorro?—

—Nadie lo sabe, el fragmento final de la historia se perdió. Algunos dicen que cazó al zorro y él murió de la misma manera que ella, por una flecha al corazón. Otras versiones dicen que se resistió a la maldición, pero que cuando la besó pensando que aquel acto de amor rompería el hechizo, ella murió envenenada por su beso—

La pequeña niña se horrorizó sintiendo mucha pena por la pareja de aquella historia sin un final feliz.

—¿Por qué su beso la envenenó?—preguntó sintiéndose desilusionada de que aquello no funcionó.

—Porque las maldiciones se rompen sólo con el verdadero amor, tal vez lo que sentía el arquero por el zorro no era amor real—Concluyó su madre observándola con tristeza en su semblante.

Su madre sopló las velas hasta quedar a oscuras, indicando que la historia para dormir había finalizado.

—Mamá, ¿Esa historia es real?—

—No lo sé, mi pequeño zorrillo. Pero si lo es, espero que el arquero y el zorro hayan podido tener un final feliz—

Balada del zorro y el arquero-Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora