Balada del zorro y el arquero-Levi Ackerman

Un arquero paciente

Retornamos victoriosos del enfrentamiento, más no sentía emoción al acercarnos al reino. El galopar de los caballos era rápido ya que estaba empezando a llover y no quedaba mucho Valle que cruzar.

Me había retirado el casco al sentir que este me asfixiaba, no quería bajo ninguna circunstancia mirar a mi costado donde cabalgaba el misterioso príncipe con el que al parecer compartía la maldición.

En tierras de magia y caballeros, los hechizos y maldiciones rondaban por los pasillos de los hogares. Y yo había tenido la desdicha de haber caído en una.

Una que me condenaba a que un arquero, me cazaría por la eternidad hasta que mi corazón dejara de latir. Siempre pensé que no habría manera de que yo sufriera tal destino, pues mi madre me había enviado lejos para evitarlo. Más ya no podía huir de mi destino. Me había encontrado, y extrañamente era el próximo rey de Wolf Fell. Ahora me preguntaba si su padre lo había enviado lejos sabiendo que su hijo también estaba maldito, y que moriría cuando lograra cazar al zorro.

Por fin accedimos a la ciudadela y el pueblo gritaba emocionado por nuestro regreso, la lluvia no era impedimento para que nos recibieran aclamando a los valientes soldados que habían regresado a casa. Todos los soldados habían desprendido sus cascos de sus cabezas por la lluvia, incluyendo al príncipe.

Entre los vítores, se notaban miradas curiosas sobre Levi, pues aún no se había presentado formalmente al ojo público. Este solo observaba con recelo y no se atrevió a pronunciar palabra. De igual manera el rumor de su identidad se correría no más se hiciera el cambio de guardia.

Y yo sólo quería alejarme lo más que pudiera de mi asesino.

El resto de los caballeros nos recibieron ansiosos y contentos de vernos regresar, se nos ayudó a desmontar los caballos y rápidamente me escabullí por el pasillo hacia la enfermería. Necesitaba algo para cubrir bien el corte de mi abdomen, pues la venda que tenía estaba empapada.

Tuve suerte al entrar al salón y que estuviera vacío, aún no traían a los heridos y tenía unos minutos a solas. Me dirigí jadeante hacia los estantes de madera y prendí las velas alrededor para poder ver mejor. De allí saqué retazos de tela ya preparados y retiré la venda que me cubría. Con cuidado empecé a limpiar la sangre seca y restos de ceniza, tierra y polvo, si no me mataba la pérdida de sangre, lo haría una infección.

Terminada mi tarea, ahora si retire el peto de metal dejando solo la malla de combate debajo, la levante con dificultad para poder vendar bien mi costado. Pero una mano en mi espalda baja me hizo detener mis acciones.

Con rapidez mi primera reacción fue voltearme con mi mano ya en alto para propinar un golpe, pero me detuve abruptamente al observar un par de ojos gris plomo.

—¿Por qué no pediste ayuda del médico de la corte?—preguntó con cierta molestia en su tono.

—Estaba ocupado arriba, yo puedo sola—me defendí y retomé mis labores ignorando que tenía a escasos centímetros a mi verdugo.

—Permíteme ayudarte—Sonó más como una orden que como un permiso.

—No se moleste, alteza—tenía pánico de que me tocara.

Me observó con desaprobación y su mandíbula se tensó.

Ignore sus gestos y vendé poco a poco mi torso, al terminar, batallé un poco ajustando la venda y allí una mano me ayudó a terminar de asegurarla.

—No debería estar aquí, pronto llegarán todos los heridos—informé colocándome nuevamente el peto de mi armadura.

—¿Y por qué no puedo estar aquí?, ¿No es este mi reino?—no se escuchaba muy amable. Más bien parecía ofendido.

—Disculpe mi comentario, alteza. Soy yo la que no debería seguir aquí. Me retiro a continuar con mis labores, con permiso—pasé a su lado y escuché como suspiraba.

Si él era consciente de que tenía que matarme, no habría desaprovechado esta oportunidad.

Nota: Bienvenidos a un nuevo proyecto, quería publicar algo corto y con una temática distinta. Espero que les guste y nos podamos seguir leyendo en próximos capítulos!