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Ryomen Sukuna




El primer recuerdo que tengo es una vieja casa de madera. La estructura dañada y podrida que pareciera venirse abajo en cualquier momento, y que por un tiempo llame hogar.

Estoy de rodillas en un rincón. Cansado, pero no puedo hacer nada mas que quedarme allí.

Mi padre camina de un lado a otro preparándose para salir. Luce tan indiferente aún cuando ha sido él quién ha base de empujones me ha obligado ha ponerme en dirección a la pared. He tenido suerte que está vez no golpeara mi rostro. Y es que no creo aguantar una situacion igual cuando apenas me he recuperado de la última. La hinchazón en mi ojo parece por fin dar tregua aunque no dudo que tenga un moratón por demás llamativo.

Mi padre me ha castigado tantas veces a causa de algo que no puedo controlar. Recuerdo ser consciente de este cambio apenas hace un año. La extraña sensación de percibir algo, como energía; pudiéndolo llamar sexto sentido. Mi alrededor tomo una imagen diferente como si un mundo nuevo apareciera frente a mi. Aunque mi padre prefirió llamarlo "Maldición". Dónde sea que voy llevo la mala suerte, al menos eso último lo dice él para culparme de todos los males que afectan a la familia. Males que iniciaron el día de mi nacimiento.

Mi única distracción en estos momentos es el seguir las líneas trazadas en la pared y un par de hormigas que suben por la columna llevando con ellas migajas de pan y un insecto pequeño que duplica su tamaño, pero que igualmente transportan como si no fuera nada.

Desde la cocina se puede oír el agua correr y los trastes chocar. Me cuesta un poco, pero logro imaginar la expresion que debe tener mi madre en ese momento. Ella es muy joven, o al menos eso he escuchado de los vecinos cuando nos ven pasar. Según cuentan, ella parecía una niña jugando a tener un bebé cuando me sostuvo por primera vez en sus manos. No sé cómo era antes de conocer a mi padre, pero ahora es una mujer de apariencia delicada y enfermiza. Su rostro mantiene una belleza joven, pero triste. Apagada a todo lo que el mundo puede ofrecer. Como si estuviera cansada mantiene una pobre expresion vacia.

Ha terminado de limpiar los trastes cuando la veo asomarse con un trapo en mano. Sus ojos oscuros reflejan lástima cuando ven las nuevas marcas en mis brazos.

Ni se te ocurra querer quitarlo de ahí

Dice mi padre con tono molesto. Ha amarrado el pequeño bolso de monedas de plata a su cinturón. Veo tan claramente sus intenciones que apuesto a que los gastara en alguna cantina o con una mujer. Sus ojos, que me miran de soslayo, son diferentes a los de mi madre. Cuando ellos me miran solo hay odio.

Sacude su pantalón antes de andar hacia la puerta. La madera cruje bajo él. Sus zapatos sucios y desgastados han sido sus herramientas cuando ha patadas me ha dejado en el suelo adolorido por no seguir una orden tal cual él lo pide.

Regreso tarde. No salgas a buscarme

Dice. Tiene tres maneras de dirigirse hacia su mujer, con molestia, con deseo y con aburrimiento. Y está vez, es la primera de la corta lista. Nunca le he visto sonreir con ese aire alegre y de amor. En algún momento soñé con ver a mis padres tratarse como lo hacían una pareja de ancianos que vivían a un par de metros de casa. El hombre que aún cuando sus pasos eran lentos y torpes no dudaba en ir hacia la cocina y traer una tetera con té y un par de galletas para su esposa. Se sentaban juntos en una banca y disfrutaban del fresco de la tarde en compañía de su viejo Beauceron.

La puerta se cierra con un fuerte golpe cortando mis recuerdos de manera repentina.

Cuento mentalmente los segundos antes de levantarme.

Un Lobo Enjaulado (SukuIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora