El domingo aproveché para descansar y me quedé dormido más de lo que acostumbro. Cuando desperté, me preparé algo liviano para comer y me alisté para encontrarme con Alana. Estaba ansioso por hablar con ella, ya que no habíamos podido hacerlo de manera profunda desde que habíamos terminado nuestra relación.
Alana era una gran muchacha, nos llevábamos muy bien y la pasábamos bien juntos hasta que ella decidió que ya no quería seguir en una relación conmigo. Dijo que faltaba algo, y quizás un poco de razón tenía, por lo que no la retuve. Al principio todo fue bonito, pero con el tiempo cada quién fue forjando un camino que se alejaba un poco de lo que el otro deseaba. Ella quería un hogar, quería casarse y formar una familia; yo no quería hacerlo aún, para mí ella y Nahuel ya eran mi familia, sin embargo, no quería formalizar a corto plazo.
El problema era que amaba a Nahuel como si fuera mi hijo, lo conocí cuando solo tenía meses y había crecido a mi lado, soy su figura paterna ya que su padre nunca lo quiso reconocer. Lo he cambiado, lo he alimentado y le he hecho dormir. ¿Qué sucede entonces cuando te separas de la madre de un chico al que quieres como a un hijo, pero no te une nada? Yo quiero seguir viéndolo, quiero adoptarlo y pasarle dinero, pero Alana no cree que sea una buena idea.
Cuando terminamos, me dijo que no era momento de hablar de eso, que le diera un poco de tiempo. Lo he hecho, aunque lo he visitado en ocasiones, pero no ha sido hasta ayer que ella me ha pedido para conversar de verdad, por lo que estoy muy nervioso. La sola idea de no ser parte de la vida de Nahuel me rompe el corazón en mil pedazos.
De pronto, mi teléfono sonó, era un mensaje de Merce.
«¿Nos vemos a las siete en la cafetería de siempre? Ya he avisado a Martina, te esperamos».
Suspiré, esperaba que para esa hora tuviera buenas noticias para compartir con mis amigas.
Cerca de las tres de la tarde, y luego de una espera que se me hizo eterna, fui al lugar donde quedamos en encontrarnos con Alana. Ella ya estaba allí y me sonrió al verme. Era bonita y yo la quería. A lo mejor debí jugarme por ella, pero ya nunca sabré si hubiera salido bien.
Nos saludamos con cordialidad y hablamos de tonterías por unos minutos, que el tiempo, que el trabajo, que la suba de los precios. Ma resultaba increíble que hasta hacía un tiempo fuéramos tan unidos y luego nos viéramos como dos simples conocidos.
—¿Lo has pensado? —pregunté cuando ella hizo un silencio largo. Todo resultaba demasiado agotador para mi paciencia.
Ella bajó la vista, frunció los labios y jugueteó con la servilleta.
—Creo que Nahui te extraña bastante... no para de buscarte por la casa —susurró.
—Yo a él también lo extraño.
Suspiró y luego me miró a los ojos, vi sinceridad en su mirada.
—Adri, yo sé que eres un gran tipo, de hecho, estoy segura de que serás un gran padre también, lo has sido para él por todo este tiempo, pero esto me aterra. No sé qué decisión tomar porque pienso a futuro y no sé si funcionará. No creas que tengo algo en contra de ti, no es eso, sé perfectamente que has amado y cuidado de Nahuel como si fuera tuyo y yo te lo estaré eternamente agradecida, el caso es que ¿qué pasará cuando tú te estabilices? ¿Lo has pensado?
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Una chica como yo
RomanceLa vida de una persona con sobrepeso es una lucha constante, un sinfín de dietas, ejercicios, subidas y bajadas mientras el espejo te muestra lo que eres y la sociedad te recuerda a diario todo lo que no eres. Martina lo sabe en primera persona porq...