Me puse de pie junto al espejo y me observé, quería darle una oportunidad a ese vestido celeste que hacía meses reposaba en mi armario. No me parecía que me quedara tan mal, pero la vez que me lo compré y quise usarlo para la fiesta de año nuevo, Juanjo me dijo que estaba lindo, pero que me quedaría mejor cuando la dieta diera resultado y bajara unos cuantos kilos. La boda de Rosalía, su hermana, no era demasiado lujosa y ese vestido era una buena opción, ya que con la dieta que había estado haciendo las últimas dos semanas, había bajado un poco.
Le había preguntado a Merce qué le parecía la elección y ella me había dicho que creía que el vestido era excelente para la ocasión; a Adri también le gustaba, él me había acompañado a comprarlo, pero yo temía que a Juanjo no le pareciera lo mismo. Siempre tenía una sensación de que nada de lo que me pusiera le gustaba del todo.
Si tengo que ser sincera, no necesitaba la opinión de Juanjo, o esa mirada de «no me gusta tanto» que solía poner cuando le mostraba las ropas con las que quería salir, me bastaba con verme al espejo para reprobarme a mí misma, pero ¿qué más podía hacer? Me había matado con la dieta y eso era todo lo que había logrado. A esas alturas estaba segura de que los milagros no existían, lo único que necesitaba era elegir el que me quedara menos feo.
Sin embargo, cuando Juanjo ingresó a la habitación, apenas me prestó atención pues estaba en una llamada que parecía importante. Esperé a que colgara el teléfono y me puse de pie delante de él.
—Sí, voy a ir —dijo y me regaló una sonrisa—, no te preocupes, estaré ahí temprano.
Cortó la llamada y entonces aproveché para hablarle.
—¿A dónde vas a ir?
—Al cumpleaños de mi jefe, unos días en su mansión de la playa —explicó—, lo paga todo él. El que tiene dinero hace lo que quiere —rio y luego hizo un puchero—. Lastimosamente es solo para empleados, me hubiese encantado llevarte conmigo —añadió con ternura.
—No hay problema, debes ir para quedar bien... —Me parecía mejor que fuera así, no me gustaba participar de reuniones de convivencia en la playa con las novias y esposas de los ejecutivos para los que trabajaba Juanjo—. ¿Cuándo es?
—Justo después de la boda... —comentó—, a ver cómo llego a ir con la resaca —bromeó.
Sonreí también y di una vuelta sobre sí misma para que me mirara. Por increíble que pareciera, incluso después de todo el tiempo que llevábamos juntos seguía costándome hacer esos gestos, me sentía incómoda ante las miradas, incluso la de mi novio.
—¿Y eso? —preguntó mirándome de arriba abajo.
—¿Te gusta para la boda? —cuestioné.
Suspiró y se encogió de hombros como toda respuesta, me dio un beso en la mejilla y volvió a salir del cuarto mientras marcaba otro número.
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Una chica como yo
RomanceLa vida de una persona con sobrepeso es una lucha constante, un sinfín de dietas, ejercicios, subidas y bajadas mientras el espejo te muestra lo que eres y la sociedad te recuerda a diario todo lo que no eres. Martina lo sabe en primera persona porq...