Volvía a ser un día nubloso en Londres. Aunque para todos los residentes de aquella ciudad, era algo con lo que ya se encontraban acostumbrados.
Caminaba como siempre, hasta el lugar que más dolor le traía. Aquél cementerio viejo lleno de lápidas, estátuas y algún que otro panteón.
Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se dio cuenta de que su cuerpo colapsó con otro más pequeño.
- Oh dios mío. Lo siento mucho - se disculpó - Deja que te ayude.
Se dio cuenta de que había topado con aquella misma joven de días atrás. Aquella misma chica con la que coincidía prácticamente día tras día.
- No te preocupes, no ha sido nada - ella se limpió sus rodillas manchadas de tierra.
- No miraba por donde iba - él aún se sentía culpable.
- No debes preocuparte Joey - sonrió y se alejó de él.
Joey se quedó estático en aquél mismo lugar, pero aún así, una pequeña sonrisa adornó su rostro.
<<Rayos, sabe mi nombre.>>
Tal y cómo siempre hacía, se sentó frente a la lápida y empezó a hablar pero sus pensamientos se veían interrumpidos por ella.
La miró desde su sitio, esta vez no lloraba. Simplemente tenía sus ojos cerrados y parecía que murmuraba algo en voz baja.
Un sonoro estruendo que había causado un trueno, les asustó. Y de repente, la lluvia empezó a caer sobre sus cuerpos.
Joey se levantó rápidamente y vio que aquella joven miraba hacia todos los lados sin saber a dónde ir.
- Oye - tocó su hombro - Conozco una cafetería cerca de aquí. ¿Me quieres acompañar hasta que la tormenta se disipe?
- Bueno, está bien - ella aceptó.
Cubriéndose con sus chaquetas por encima de sus cabezas, corrieron hasta llegar a una cafetería solitaria donde en aquella tarde, parecían ser los únicos clientes.
Ambos pidieron un café bien caliente y se sentaron el uno frente al otro.
Estuvieron en silencio hasta que Joey, mientras removía su café, quiso romper el hielo.
- Me he dado cuenta de que tú sabes mi nombre, pero yo no sé el tuyo - habló él.
Ella levantó la mirada y sonrió con cierta timidez. Claro que lo conocía, por alguna razón tenía los discos de su banda.
- Mi nombre es Ainhoa - sonrió.
- Un nombre muy bonito - dijo él.
- Gracias - ella le agradeció.
No sabían qué más podían decir. La situación era un poco incómoda para ambos, pero aún así, se las arreglaron como buenamente pudieron.
- ¿Cómo estás? - le quiso preguntar Joey.
- Bueno... Supongo que un poco mejor - ella se encogió de hombros - Tampoco es que pueda hacer mucho más. ¿Y tú?
- Supongo que me ocurre algo parecido - suspiró - Intento hacerme a la idea, aunque es un poco complicado. ¿Por quién vienes?
- ¿Y tú? - preguntó ella de repente.
- Pues - se le hizo un nudo en la garganta - Por mi esposa. Que ahora... Ya no está.
- Lo siento - ella hizo una mueca.
Sin pensarlo dos veces, la mano de Ainhoa alcanzó la de Joey por encima de la mesa y la apretó con delicadeza para hacerle saber que a pesar de que se acababan de conocer en aquél mismo momento, podía contarle lo que fuera.
- ¿Y tú? - insistió Joey sin soltar la mano de ella.
- Por mi novio. Nos íbamos a casar. ¿Sabes? - contestó ella.
Ahora era Joey quien apretaba la mano de Ainhoa con delicadeza y ternura. Ambos parecían estar pasando por un mal momento pero sus presencias, les reconfortaba.
- ¿Y a qué te dedicas? - preguntó Joey - Siempre vienes con una cámara de fotos. ¿A caso eres fotógrafa?
- ¿Quién yo? - ella estalló a risas - ¡No! ¡Claro que no! Soy cantante, escribo música. Igual que tú. La fotografía es solo un hobby.
- ¿De verdad? - Joey la miró incrédulo.
- Sí, lo que pasa que últimamente no he estado muy puesta. Verás... Mi novio Chris, estaba enfermo. Y yo dejé mis cosas cuando él empeoró - explicó ella.
- Vaya, lo lamento - seguían tomados de la mano.
- Pero no he dejado de escribir música. Aunque quizás, algún día, sienta y pueda volver a tocar en directo - dijo ella.
- Yo siento algo parecido... Mi banda se dio un descanso. Y no creas, estoy deseando volver a hacer música, pero ahora mismo, es como... No puedo - explicaba Joey - Creo que primero debería estar bien conmigo mismo.
- Sí, exactamente - ella sintió - Nuestra salud es lo primero. Después, vendrá todo lo demás. Pero creo, que si tus fans realmente te aprecian, sabrán entenderlo.
- Espero que si - asintió Joey.
Joey y Ainhoa estuvieron un buen rato hablando en aquella misma cafetería mientras esperaban que aquella tormenta que les había obligado a abandonar el cementerio, se disipara para poder cada uno, volver a sus respectivas casas.
El tiempo les pasó rápido a pesar de todo. Pudieron hablar de muchas cosas y al parecer, tenían más de una en común, eso era increíble. Pero pronto llegó la hora de separarse y cada uno, volvió a su casa.
Ainhoa, tal y como hacía cada noche, se encerraba en el baño y sacaba la misma tijera afilada de siempre. Dejaba que aquellas cuchillas rozaran sus muñecas provocándole un dolor muy agudo, para después desinfectarlo y vendárselo como siempre hacía al volver a casa.
Se colocaba ropa de manga larga para que nadie se diera cuenta de las varvaridades que llegaba a realizar cada noche en su casa, encerrada en el baño y se tumbó en su cama, pensando en Joey, su nuevo amigo.
...
Joey por su parte, había vuelto a su casa. Revisaba su teléfono en el que tenía numerosas llamadas de sus amigos, las que no contestaba. Lo mismo pasaba con las cartas. Jamás las respondía.
Hoy realmente había sido el primer día que alguien le había hecho sonreír. Le había hecho sentir bien por primera vez en muchos meses y eso, lo agradecía sin dudar.
Tomó el papelito donde tenía el número de Ainhoa escrito en él y lo agregó a la agenda de su teléfono, para poder así, llamarla de tanto en tanto, si su corazón necesitaba de ella, tanto como lo había necesitado hoy en la cafetería.
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You Drew Stars Around My Scars
AléatoireA veces, lo que nos une, es un dolor en común. ¡AVISO! Esta historia contiene contenido que puede herir la sensibilidad. Se recomienda leer con discreción a todas aquellas personas que sean mayores de edad, y también, que tengan en cuenta situacione...