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Abrí los ojos lentamente, sintiendo punzadas en la cabeza y estómago. La tenue luz que entraba por la ventana me obligo a rápidamente cerrar los ojos, lleve mis manos hacia mi cabeza frotándola. De nuevo el dolor de la resaca hizo que jadeara de dolor, estire mis pies lo más que pude, haciendo que mis huesos crujieran.

Escondí mi cabeza entre las almohadas tratando de recordar que había pasado anoche, había bebido demasiado y la resaca me estaba matando. Fruncí el ceño recordando que estaba solo en la cama, paseo mi mano derecha por esta, y está completamente vacía. Abro los ojos lentamente y saco la cabeza de mi escondite, levanto las sabanas viendo mi cuerpo, casi desnudo, pero no, traigo puestos mis bóxers.

Froto mis ojos, me estiro en dirección de buscar mi celular, pero no está en la mesa de noche, seguramente está en mis pantalones.

Me quedo mirando el techo blanco de la habitación que reconozco con exactitud, estoy en la casa de mi mejor amigo, Iván. Solo recuerdo haber llegado a el antro, con Alfredo, Ismael, Ovidio, Néstor y Iván, fuerzo mi memoria tratando de recordar más, necesito algo más, y por una extraña razón, siento un nudo en la garganta.

¿Que pasó anoche?


Apoyo las palmas de mis manos sobre la barra, tratando de tener equilibro sobre mis pies que ahora mismo, me están traicionando balanceándome de un lado a otro. Centro mi vista en la mujer que está sentada a mi lado, lleva media hora riéndose como loca de mis chistes malos. Con torpeza, llevo la lata de cerveza hacia mi boca.—Van dos ciegos, y uno le dice a el otro.—La miro, tiene sus ojos clavados en mi, como si yo fuera lo mejor de este mundo, o si mis chistes fueran los mejores.



Su cara, no logro recordar sus facciones con exactitud, pero era hermosa, era la mujer más preciosa que han visto mis ojos.


—Ojalá lloviera.—Sonrió como un tonto, su sonrisa, su sonrisa es hermosa. Sus dientes perfectamente alineados, sus labios carnosos y rosas. Es perfecta.—El otro le responde, ojalá yo también.

Se ríe ante mi chiste, y mueve sus pies que están apoyados en la silla de la barra, mientras qué pasa sus dedos inquietos por el vaso con líquido azul que desconozco. La miro, me pierdo en sus ojos, son tan cautivadores, trato de repasar su rostro, de memorizar cada facción de su belleza. Mi vista se fija en el lunar que tiene cerca de su boca, apenas se distingue, pero eso la hace verse más única.

Una mujer, una hermosa mujer.—Trato de recordar, lo intento una y otra vez, cierro los ojos tratando de imaginármela, pero no lo logro y eso me frustra. El vacío en mi pecho sigue aún, entierro la cabeza en las almohadas tratando de recordar más a detalle a la mujer.


—¡Serafín! ¡Serafín!—Molesto, me giró a ver de donde proviene aquella horrible voz que conozco demasiado bien. Me molesta quitarle la mirada de encima.—¡Serafín!

Es el amor de mi vida.

—¿Q-que quie-quieres?—Tartamudeo, y apoyo mi cabeza sobre el hombro de la mujer, tomándola desprevenida por se tensa, pero a los segundos se relaja. Siento que la cabeza me da vueltas, así que me quedo en esa misma posición viendo a el suelo.

—Ya nos vamos.—Mi mejor amigo dice y le ruedo los ojos, provocando un bufido de su parte.—Creo que correrán a Ovidio de su propio antro, se quiso desnudar y hacer show de strippers.—Trato de levantar la mirada, pero las luces de colores hacen que no pueda verlo fijamente.—Hola..—La voz le cambia, frunzo el seño, y lo miro, tiene las manos en los bolsillos viendo a la mujer que está sosteniendo mi cabeza con su hombro, y que deja leves caricias sobre mi brazo, provocando que me erice la piel ante su suave tacto.—Serafín ¿No vas a presentarme a tu amiguita?

Midnight Rain | Serafín ZambadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora