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Ambos belfos bailaban a un compás suave, sintiendo cada explosión que los roces producían, el tiempo parece ser inexistente, el deseo de que este sueño sea sempiterno crecía al pasar de los segundos. El aire empezó a faltar en sus pulmones y por necesidad se separaron.

Las mejillas de Jisung no tardaron en tornarse de un tono carmesí al notar la intensa mirada de Lee sobre él. Minho abrazo el cuerpo del rubio, su corazón latía rápido, pero le encantaba, amaba la forma en que todo su cuerpo se erizaba al sentir el recorrido de un escalofrío por su espalda cuando la mirada del contrario se conectaba con la suya, era como si todo su ser se hubiera estado preparando para todo menos para la afable sensación de amar a Jisung.

Increíble, sublime, dulce, efímero, corto, inexistente.

No importaba cuando lo quisieran, esto era solo un sueño, una producción del cerebro, nada más que eso, oh cruel universo, ¿por qué solo empeoras el dolor en estas dos ingenuas almas?

Pronto la amargura fue saboreada por ambos, la textura de la realidad apareció de golpe, Minho fue el primero en separarse. Los orbes de Jisung no tardaron en perder ese brillo, el ágape de su mirar parecía desvanecerse con cada latido de su corazón.

Lo lamento...Minho.

Onsra; la amarga sensación de que aquel amor no durará, era solo un sueño, así que huir debía ser sencillo, aun sabiendo eso, dolía. Ya no era como esa hipofrenia tan meliflua que solía atacarlo en las noches después de aquel momento tan horrible de su vida. Si había algún dios que estuviera escuchando ahora, sálvelo, rescaten su pobre corazón de arder en ese lugar vacío. ¿Existía alguien que pudiera recatarlo?

Minho se quedó estático al ver al rubio correr lejos de él. Lo había encontrado; luego de varias noches de soledad, de miedo, de rencor, de alexitimia, surcando los bordes entre el fin y el inicio, lo tuvo entre sus brazos, lo adoro con todo su ser desde antes de poder ver su tierno rostro.

—Sé que durante bastante actúe de forma ominosa, pero eres mi ikigai, Jisung.

El rubio detuvo abruptamente de andar, lo escuchaba, fuerte y claro. Conocía esa palabra, la escucho varias veces cuando estuvo en Japón, votos matrimoniales, propuestas, despedidas a seres queridos.

¿Qué crees que dices?— pregunto desde su interior, con voz rota.

—Koi no yokan, pensé, la noche antes de soñar contigo, tenía ese sentimiento de que ocurriría— no había duda en ninguna de sus palabras, su mirada decidida estaba posada en la espalda del rubio —mi alma gemela, eso eres, compartamos o no universo, estés donde estes, yo, Lee Minho, te amare por siempre, Han Jisung.

La catarsis del momento hizo que millones de mariposas levantaran su vuelo, parecía tan surreal, irónicamente, esto era un sueño.

Jisung sollozó en voz alta, sorprendiendo a Lee. El rubio sostenía sus brazos buscando detener el temblar de su cuerpo, un sinnúmero de lágrimas caían en abundancia, sus pomposos labios se sellaban con fuerza tratando de detener los bulliciosos sollozos que amenazaban con salir de sus cuerdas bucales. Su mente se volvió una maraña de pensamientos, solo podía pensar que se veía ridículo y horrible llorando de forma tan estrepitosa, aun así, Minho lo miraba desde atrás con adoración.

—No eres horrible, Sunggie— la aterciopelada voz de Minho se mezcla con el ruidoso llanto de Jisung —ni siquiera llorando logras serlo.

Esas palabras conmueven al rubio, le tarda unos segundos voltearse, al hacerlo, Minho está frente a él, con esa mirada cargada de amor que nadie se ha encargado de darle, sus brazos extendidos a él, sin dudarlo decide fundirse nuevamente contra el cuerpo del castaño. Minho envuelve al rubio, quien vuelve a llorar.

—Yo...— pronuncia con voz ronca Jisung.

El monosílabo toma por sorpresa a Lee, solo había escuchado los pensamientos del contrario, ese extenso tejido de pensamientos autodestructivos y de odio a sí mismo, como las melosas y dulzonas palabras románticas que se tomaba el tiempo de dedicarle, cada pensamiento tan prohibido y secreto para el mundo, él los pudo escuchar, pero en ningún momento una expresión que saliera de sus cuerdas bucales fue oída.

—Yo lo siento tanto— dice, con lentitud, como si cada palabra que pronuncia le quemase.

Minho se toma su tiempo en responder, se encarga de solo sentir como el cuerpo del rubio se acopla al suyo a la perfección, su mente empieza a maquinar las infinitas soluciones para poder estar junto a Jisung, las imágenes de la probabilidades lo dejaban en un estado similar al beodo. El rubio suspiró más tranquilo.

—No tienes de que disculparte, no es como si hubiese sido tu culpa— y aquello suena tan quimérico, porque nadie se lo había dicho, era únicamente señalado como un idiota por dejar que ocurra o cómo el culpable.

Para Minho no era así, sabía que esa situación había sido monstruosa y que alguien tuviera el valor de dejarlo pasar o siquiera minimizarlo la parecía tan oneroso y repulsivo, para él era imperdonable. Sus manos se dirigen a las mejillas del rubio, con cuidado limpia las lágrimas que continúan cayendo, pero con menor intensidad, Jisung parece derretirse ante el toque del castaño.

Minho aleja sus manos y vuelve a abrazar el cuerpo del menor, Jisung se pega más a él, aquel sentimiento de tener que despertar en algún momento y dejar atrás la comodidad y seguridad de los brazos del castaño lo pone incómodo, lo detesta, porque ahí; donde solo son ellos dos, juntos, sin nada ni nadie que pueda separarlos, se siente correcto, allí pertenece el, el lugar de Han Jisung es junto a Lee Minho, no importa dónde están o quien, la distancia, el tiempo o el clima, ellos son almas gemelas, destinadas a ser para el otro y aun si viven en mundos diferentes, Lee y Han se encontrarían.

Jisung siente su corazón latir contra su caja torácica, su entelequia estaba ahí sosteniéndolo como si fuera a huir o peor; a quebrarse y desaparecer. Sus labios vuelven a picar con ansiedad, con necesidad.

La delicadeza de sus belfos rozan con calidez y suavidad la mejilla del castaño, aquella tierna caricia que los labios del rubio le entrego a Minho una afección similar a una despedida. Sus orbes se dirigen a la mano de Han.

El rubio traza caminos imaginarios sobre la espalda del castaño, sus pensamientos vuelan sin sentido, pero la palabra despedida se superpone al resto de vagos e incongruentes ideas que rondan su mente. Minho sostiene la respiración unos segundos.

Susurra mi nombre, aun cuando no sepas quien soy, porque yo estoy perdido en tu corazón.

El arrebato emocional que aquellas palabras generan en su ser le aflige de forma ilusoria, la extravagante y exuberante explosión de distintas emociones y miedos lo deja anonado, su mente se pierde unos segundos y nuevamente escucha las débiles declaraciones que hace Han en su mente.

Minho, te buscaré, cuando salga el sol y tenga que despertar de este ramé— pronuncia en su cabeza —habré huido de ahí para encontrarte.

—¿De qué hablas, Jisung?— el aire se escapa de sus pulmones, ¿qué insinúa el rubio?

No lo entiendes, ¿cierto?— declara con un murmuro, Minho niega —nadie lo hace, Minmin.

El castaño frunce el ceño, ¿podrías entenderlo, Minho? Él lo duda.

El castaño frunce el ceño, ¿podrías entenderlo, Minho? Él lo duda

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Ikigai: lo que le da significado y alegría a tu vida.

Palabras de un corazón en silencioWhere stories live. Discover now