EL LIMBO

57 9 0
                                    


—Te vas a arrepentir de todo lo que has hecho, ¿Me oyes? ¡Marca mis palabras, Martínez!

.   .   .

—No vuelvas a contactarme jamás, aquí termina todo.

.   .   .

—Tú has causado todo esto, ¡no me dirijas la palabra, mocoso!

.   .   .

Frases como tales circulaban a la velocidad de la luz y en bucle por sus pensamientos, era como un zumbido intangible talandrándole el poco subconsciente que le quedaba. Pero su distorsionada cara, la cual seguía expulsando humo negro por cada poro que habia en su rostro, mantenía su tranquilidad. Como si aceptase cada comentario demoledor que su mente, o lo que quedaba de ella, le estaba haciendo revivir una y otra vez.

Una arrebatadora y brusca ráfaga de viento le devolvió a la realidad, sus ojos se abrieron de golpe aunque todo seguía negro. La ráfaga de viento pasó por encima de él, aunque no le despeinó ni el cabello ni la ropa, ya que en ese sitio no existía la gravedad o las leyes de la ciéncia.

Su mirada disminuió hasta sus manos, estaban negras y se iban convirtiendo en humo negro, el mismo que salía de su cara y que poco a poco le iba consumiendo. ¿Dónde estaba? No lo sabe, no sabe nada de nada. Ni siquiera sabe quién es él, su cerebro se siente líquido y vacío ahora que ya no escucha esas frases que antes estaban en repetición todo el rato en su subconsciente.

Otra brúsca ráfaga aún más violenta que la anterior causó que dirijiese su mirada hacia el frente. Aún estaba todo negro, todo vacío y silencioso. Él estaba flotando en ese inmenso mar negro, se sentía como un buceador pero no tenía la necesidad de nadar ni de subir a la superfície, se sentía como en el entremedio del mar y de la tierra.

.     .     .

Un milagro, una luz blanca a la distancia que cada vez augmentaba su intensidad hizo que aquel oscuro desierto se conviertiera en una fuente de luz. Él miraba el núcleo de esa claridad sin poder percibir nada a simple vista. Los ojos de los humanos no son capaces de ver ni la mitad de las cosas, después de todo. Dos mujeres aparecieron de entre los átomos; Altas, morenas, cada una vistiendo de un color que las representaba. De pronto, la que vestía de verde habló:

—¿Es esa alma, K?

—Mhm.

La otra mujer, <<K>>, asintió calmadamente a pesar de que sus preciosos ojos blanco y negro estaban fijados en el espíritu del joven que cada vez se iba deteriorando más a cenizas negras. La mujer de verde alzó su mano en dirección a la alma y de la palma de su mano se invocó un hechizo que con un juego de dedos, le traspasó una energia frenética y liberadora a la alma, la cuál dió un respiro agobiador al estar por fin consciente de su entorno y empezar a recuperar parte de sus recuerdos.

—¿Sabes lo que haces?

—Ten fé, Muerte me dió permiso para conjurar el hechizo exclusivamente para esta pequeña alma primaveral.

La alma en qüestión acababa de recuperar los sentidos y el juicio, aparte de que ya tenía su cuerpo igual de rígido justo antes del accidente. Su respiración era acelerada y miraba con confusión a las dos mujeres que hablaban delante de él. Los ojos heterocromáticos del joven se cruzaron con los de las chicas, esto se sentía como un sueño lúcido.

(Despierta... despierta...)

Se repetía a si mismo una y otra vez sin parar. Las mujeres se miraron una a la otra por la birilla del ojo y la de verde decidió tomar la iniciativa, acercándose lentamente hacia él.

—Hola, David.

—¿Quién eres? ¿Dónde estoy?

—Estás en el limbo. El lugar en donde las almas perdidas esperan ser juzgadas y así determinar su destino.

La otra mujer que vestía de rojo, a la que llamaban 'K' ahora tomó la palabra. David las miraba incrédulo. Aún pensándose que era un sueño, no pudo evitar reirse.

—Mi cerebro cada vez está más original con estos sueños. Despierta... vamos...

—Me temo que no funciona así. Te lo explicaré: Soy Esperanza, y esta es Ka...

—K, soy K.

—Y esta es K. Verás, David, nosotras somos diosas, entidades y mitos que los de tu espécie ha ido contando de generación en generación pero ahora mismo nos estamos mostrando con una apariencia y lenguaje al que tus ojos pueden adaptarse, por eso tenemos apariencia humana y voz femenina.

—Claro que sí, y yo soy Penélope Cruz.

K le lanzó una mirada fría a David, pero este no se lo estaba tomando enserio a pesar de que la actual situación era mucho más seria de lo que parecía ser. Simplemente le resultaba increíble que su imaginación le estubiera haciendo presenciar una escena tan creativa.
Esperanza, la mujer que llevaba un peculiar vestido de color verde oscuro continuó hablando con su tono de voz amable y con una pizca de preocupación.

—Escúchame, tu vida peligra, has sufrido un fuerte accidente y actualmente tu cuerpo está en el hospital sufriendo un coma vegetativo. No creo que te quede mucho tiempo.

Una Segunda Oportunidad [BETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora