Comienzó de los problemas.

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En un pueblo aún pequeño se escuchaba la flauta del tren, para pasar rápido como una bala dejando en su camino una estela de nube negra. En una casa enfrente, en lo que era un pequeño estudio donde solo estaba una mesa con una simple silla, en la mesa estaba repleta de sombreros simples y decoraciones a solas, todos para que alguien crearán y diseñarán con ellos. Y ahí se encontraba una tortuga de bandana roja, de enorme tamaño que solo era comparable con su corazón, tenía puesto un pantalón simple de una tonalidad verde, con una camisa blanca de botones, estaba concentrado en coser un sombrero que tenía enfrente suyo, poniéndole unas flores.

Unos toques a su puerta le llamaron la atención, era una dama alguien mayor a el, en la puerta veía a sus compañeras de trabajo arreglándose y acomodándose sus ropajes y sombreros.

— Rafael, ya cerramos la tienda. ¿Por qué no sales con nosotras hoy?— Pregunto de forma amable la señora.

— Debo terminar. — Dijo el chico mostrando el sombrero que estaba cosiendo. — Vayan ustedes.

— Ok, cómo quieras. — La dama no le dió mucha importancia a la respuesta del joven, se alejo de la puerta y llamo a las jóvenes. — ¡Vámonos chicas!

— ¡Espéreme! — Todas las jóvenes la empezaron a seguir, aún arreglándose el maquillaje y sus peinados.

— ¡Ya estoy lista ¿Me veo bien? — Bromeó una con su compañera más cercana.

— ¡Miren es el castillo de Leo! — Ese grito llamo la atención de todos mientras corrían a la ventana, sorprendidas ante lo que estaban viendo.

— ¿De Leo?
— Quiero ver.

— Que miedo. — Fue lo único que dijo la dama mayor, viendo también la ventana.

Rafael está algo confundido ante sus compañeras, miro la ventana que tenía enfrente suyo. Una minúscula figura apareció, con una silueta que podría confundir con algún escarabajo, solo duró pocos segundos su avistamiento antes de que desapareciera en la neblina de la lejanía, después de desaparecer varios minis aviones dieron una vuelta, con la bandera puesta en alto con orgullo, eso no dejo indiferente a la tortuga.

— Se ha ido... — Dijo una de las jóvenes.
— No, se está ocultando de los aviones en la niebla.
— ¿Supieron de esa chica, Martha? ¡Dicen que Leo le saco el corazón!
— ¡Ay, ya no quiero salir! — Bromeó alguien.
— No te preocupes, atrapa solo a las bonitas.

Fue lo último que dijo antes de que todas empezarán a reír ante el chiste no tan chiste de su amiga. El rojo aún estaba escuchando su plática pero sin darle importancia, estando más preocupado por sus costuras.

— Bien, ya vámonos. — Anuncio la dama mayor, saliendo con las jóvenes a sus espaldas que aún estaban riéndose por las bromas de ellas.

La puerta se cerró dejando en silencio la habitación, Rafael aún siguió cosiendo en completa soledad, no había ruido alguno salvó del tren que periódicamente se hacía presente delante suyo dejando en su mente el sonido de su llegada e idas.

Termino el sombrero que estaba haciendo, lo puso en la cabeza de un maniquí, sin mucho que hacer reviso los sombreros que no tenían diseño alguno, pensando en que podía hacer, pero de su mente no salía algún diseño o estilo bonito, estaba vacío.

Dió un suspiro cansado al aire, se levantó de su silla y salió de su estudio. Se quitó el delantal que tenía amarrado en su cintura y agarro su sombrero para salir era uno de color crema muy simple, con una lazo rosado muy discreto, además de tener como decoración unas flores de cerezo. Cruzo por el patio, dejando ver el hermoso día soleado que había, además de que la casa estaba en completo silencio ante la ausencia de sus demás compañeras. Unos aviones militares sobrevolaron su casa sosteniendo una bandera.

El Increíble Castillo Vagabundo|| Rafael X Leo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora