En busca del castillo vagabundo

97 7 2
                                    

Era de día, el pueblo se despertó y con ello la rutina de todos sus habitantes, todos caminaban a un lado o hacían algo para comenzar su dia.
Un auto de muy buen ver se detuvo frente a la tienda de sombreros, de ahí salió una rata con un traje más que caro y de porte elegante.

— ¡Sorpresa, chicos! — Anuncio Splinter entrando feliz al taller, trayendo con si unas cajas y detrás de el había varias personas con más cajas.

— ¡A vuelto!
— ¡¿Cómo ha estado?!
— ¿Cómo estuvo el viaje?

Todas las personas que estaban trabajando dejaron de lado los sombreros y vieron al mayor con fascinación.

— Miren, es lo que está de moda ahora- Dijo de forma excéntrica modelando un ostentoso sombrero que traía.

— Es Genial.
— Que bien le queda.

— Si, a los clientes les encantará.— Contesto feliz el hombre.— Rafael, Rafael.

Busco a su hijo a su hijo en taller pero se dió cuenta que no estaba.

— ¿No está?— Pregunta algo desconcertado Splinter ante la ausencia de su único hijo, el no era del tipo que falte a su trabajo.

— No señor, su hijo no ha bajado todavía.

— Que Raro ¿Que le habra pasado?

El hombre camino pasando por el patio y llegando a la casa, subió las escaleras para llegar al cuarto de su hijo.

Dentro del cuarto estaba un anciano envuelto en sábanas, viendo la ventana con concentración, analizando sus últimas horas.

— Rafael. — Unos toques a su puerta lo llamaron, eran de su padre. — Rafael.

— Por favor, no entres. Estoy muy resfriado, no quisiera contagiarte.

Eso sorprendió y asustó a su padre.

— Te oyes muy mal, cómo si tuvieras 90 años.

— Vete, me quedaré en la cama todo el día. — Dijo su hijo detrás de la puerta.

— Si insiste, adiós.— La rata no quería molestar más a su hijo, decidió dejarlo descansar y no decir más, se fue de la habitación.

Escucho como los pasos de su padre se  alejaban a la deriva.

— Me levantaré. — Se dijo para sí mismo, saliendo lentamente de las sábanas que lo cubrían y parándose de la cama, se dirigió a peso muerto al espejo que tenía en su cuarto. Si me miró detenidamente en el vidrio, dandose una sonrisa compasiva a sí mismo.

— No puedo estar tan mal, tengo buena condición física y mi ropa aún me queda. — Se dijo cumplidos para subirse el ánimo. Las risas de su padre y sus compañeras llamaron su atención, recordándole de su condición de persona maldecida. — No puedo quedarme aquí eternamente.

Se espero un rato hasta que no hubiera nadie en su casa, cuando oyó el completo silencio en las habitaciones se dió cuenta de que ya era hora de irse.

Salio de su habitación con sus ropas normales, un chal envuelto entre sus hombros y su sombrero, tenía en sus manos una pequeña bolsita de tela. Se escabullo entre los pasillos, hasta que sintió como su espalda trono por su caminar.

— Ser viejo es peor de lo que creí.

Llegó a la cocina y tomo de entre los anaqueles un pan entero y un pedazo de queso.

Llegó a la puerta trasera de su casa, donde había un pequeño callejon muy discreto escondido entre las calles, salio de ahí intentando pasar lo más desapercibido posible evitando a tanta gente como pudiera.

El Increíble Castillo Vagabundo|| Rafael X Leo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora