Capítulo 3

340 17 2
                                    

Jamás había experimentado una cosa así. Podría describirlo como angustia en un estado de alerta desesperante, en el mayor nivel que una persona pueda estarlo. Como si en su cabeza únicamente se encontraran pensamientos negativos de los que no podía escapar. Los sonidos, los olores y los momentos con los que convivió durante el verano y que conocía a la perfección de repente se volvieron en su contra, adquiriendo un matiz opaco y tenebroso.

Fue terrible. Cuando el médico, mirándolo a los ojos, le dijo que acababa de vivir un ataque de pánico nada se apaciguó, por el contrario, miles de preguntas se amontonaban en su cabeza tratando de procesarlo.

Creyó que su muerte era inminente, que su cuerpo se descomponía en dirección a marchitarse tal como una flor cuando no la abastecen del agua suficiente, y cuando una flor entra en este proceso su abuela le había explicado que hay que eliminarla inmediatamente para evitar dañar al resto de las flores. Ahora, según el médico, debía creer que fue engañado por su propio ser.

Gabriel insistió en que llamara a alguien, quien sea, pero que no se quedara solo. Nacho le dijo que lo pensaría, no estaba seguro de querer hablar sobre lo que pasó. En realidad, sentía que no podría hacerlo porque las palabras no saldrían de su boca, o peor, soltaría mentiras. Finalmente, el miedo venció a la razón. No hizo nada. Se echó a dormir.

Por la tarde, asistió a varias entrevistas; en una radio, un programa de chimentos, hasta un de cocina. Parecía que en cualquier parte encajaba un participante de Gran Hermano. Realmente, Nacho ya no esperaba nada, las peguntas solían ser bastante repetitivas: cómo se sintió el aislamiento, si alguna vez se olvidó de las cámaras, cómo fue tal discusión, porqué no hizo la fulminante, y de vuelta, en bucle.

Su tránsito por la casa fue lo que se enseñó, quizás para muchos olvidable, pero si hubiese tenido la posibilidad estuvo dispuesto a mostrarse como muy pocos en esa edición. Entró deseoso por divertirse planeando estrategias, se imaginaba llevándolas a cabo, avanzando hasta la final portando la etiqueta de jugador. Por desgracia, o no, entendió llegado un punto que ese año el público valoraba otras acciones. Recordaba sus propias palabras en su mente: no hagas esto, se va a ver agresivo y ya viste que a la gente no le gusta esas actitudes. Nunca pensó en abandonar, en pedir las valijas, guardar sus cosas y largarse de allí, pero no negaría que hubo días difíciles de abordar, donde la ilusión con la que ingresó se perdía en el pasar del tiempo.

No obstante, en esa oportunidad, disfrutó mucho la entrevista. El ambiente era muy dinámico, por primera vez le hicieron preguntas que poco y nada tenía que ver con el programa, pudo hablar acerca de sus objetivos ahora que salió de la casa e hicieron juegos que sin dudas le subieron el ánimo. En un momento, como en cada vaivén de preguntas, le consultaron sobre su relación con Thiago y qué pensaba acerca de lo que generó en el público. La costumbre lo llevó a repetirse en sus palabras: que durante el encierro lo sintió un amigo, que su relación continuaría fuera de la casa, que se querían mucho, que el ship le causaba ternura. De lo que no alcanzó a enterarse es que proyectarían algunos fragmentos de video que enseñaban momentos juntos dentro de la casa. Aún le sorprendía la atención que la gente le puso a las minuciosas muestras de cariño entre ellos. Cada mirada, cada roce, cada palabra y el tono con el que las pronunciaban. Habían reparado en absolutamente todo.

De entre todos apareció el clip que enseñaba su beso con Thiago e increíblemente notó que nada de lo ocurrido se había borrado de su memoria. Recordaba a profundidad los detalles que envolvía esa noche: los trajes, la música, los bailes, la emoción, los gestos y el movimiento nervioso de sus manos cuando se acercaba al morocho. Porque desde que afirmó, casi desafiándolo, que lo besaría en año nuevo, recibiendo un guiño de ojos como aceptación, esperaba ansioso la llegada de ese día. No olvidaría cuando tras el choque de sus copas se dejaron un primer beso. Tan tierno como excitante. Había logrado recargarlos con una energía vigorosa que los hizo correr al cuarto, cambiarse la ropa, desprenderse de los micrófonos y lanzarse a la pileta. Allí fue donde Nacho cometió la osadía de tomar con ambas manos el rostro de Thiago y volver a besarlo, y para su sorpresa, ésta vez el morocho no lo dejó escaparse, envolviéndolo por la cintura para sellar el momento en un abrazo.

La persona que sos | NachiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora