Capítulo 5

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Se observaba: ojos, pestañas, cejas, el pelo algo despeinado, la ropa, palpó otra vez la zona de sus caderas verificando si contaba con el cinto. Por primera vez, estarían solos, al menos un par de horas hasta que aparecieran sus amigos. Se miró las manos, se volvió habitual que temblaran, intentó inmovilizarlas metiéndolas en los bolsillos del pantalón pero Thiago estaba por llegar y el miedo, otra vez, ese pánico que gritaba que por favor, de una vez, llamara a su puerta, lo estaba impacientando.

La Bresh, con su propuesta de libertad los invitaba a festejar su salida de la casa y el fin del programa. Más de cinco meses pasaron desde la última fiesta de Nacho, y teniendo en cuenta que la semana pasada no fue fácil de asimilar, el joven pensaba que no le vendría mal despejar su mente entre música y alcohol. Todos predecían una gran noche. Organizaron de modo que amigos tanto de Thiago, como de Julieta y Nacho se unan por una causa: la joda. La cantidad era, en palabras de Julieta, la necesaria para cerrar sus días en el hotel de la mejor manera.

Mientras se colocaba las zapatillas, Nacho fue interrumpido por el sonido de una llamada entrante. Atendió sin siquiera ver, suponiendo de quién se trataba. Un arrepentimiento desmesurado lo detuvo en seco al reconocer que la voz no se acercaba a la de su amigo.

- ¡Amor!

La puta madre.

- ¡Lu!- fingió el mismo entusiasmo.

- ¿Dónde querés que nos encontremos esta noche?

- Vamos a estar todos en el vip.

- ¡Ah cierto, qué boluda! ¿Qué andas haciendo?

Bufó, a sabiendas de lo que iba a pasar.

- Esperando a los chicos.

- Ah. ¿Quiénes van?

- Mis amigos, Thiaguito con un par más... Y Juli con la hermana y las amigas...

- Si te caemos con las chicas se arma linda partusa.

Nacho actuó una risa, no tenía idea qué decir y el silencio no era una opción.

- Estaría bueno. ¿No?

Chasqueó la lengua. No había un gramo de sarcasmo en sus palabras. Nacho ya la conocía lo suficiente como para cuidarse de los palitos vestidos de preguntas que ella tiraba en su camino.

- Te tengo que dejar, llegaron.

Mentira.

- Que temprano.

- Sí, organizamos comer algo antes.

Otra mentira.

Cortó. Fue un movimiento involuntario, una respuesta ante un estímulo.

Nacho se apretaba los ojos sintiendo vergüenza de sus acciones.

Sin Nacho notarlo, Lucila consiguió tal control sobre él que logró inducirle culpas, miedos y dependencia. Nadie en su entorno comprendía qué aspiraba Nacho en su relación con Lucila. No eran pareja, pero él convivía con falta de libertad por las exigencias de ella, y constantemente cargaba sentimientos que parecían no tener razones para existir. Irreflexivamente, actuaba para evitar las represalias, porque no sería la primera vez que Lucila buscaba infiltrarse en su independencia. Nacho la cuidaba de sí misma, de que pierda el control y se enoje.

Desde antes de su salida de la casa, determinados comportamientos en ella encendieron las alarmas en varios amigos y familiares de Nacho, por ello, en más de una ocasión, enseñaron su desagrado, pero de alguna manera él parecía no inmutarse de absolutamente nada. Ella poseía una herramienta infalible de la que se serviría para debilitar emocionalmente al menor: su miedo. Porque la única persona que todavía lograba desligarlo de ella, era Thiago. Lucila lo sabía, no era ciega, sabía que el menor poco duraría en sus manos si el morocho entraba a colación, si se entrometía más de usual. Se había garantizado fijar a Nacho a su lado el tiempo suficiente para que sintiera que cuestionarse su sexualidad no era más que una confusión absurda.

La persona que sos | NachiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora