Un Bosque Familiar

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La fresca ventisca del temprano otoño se sentía en cada respiración que daba. El aire que zarandeaba todo mi cuerpo me daba una sensación única que me gustaba de esta temporada. La mayoría de las hojas de los árboles ya se encontraban por el suelo, formando una alfombra crujiente y colorida en el suelo. Los rayos de luz que se colaban a través de las ramas creaban un espectáculo de sombras y luces. Sin duda esta era una de mis estaciones favoritas.

Dando una última vuelta por la acera de la calle y con unos pasos extras, ya me encontraba frente a mi hogar. Una simple casa de madera de los suburbios con dos pisos y un jardín delantero.

Pasé por el pequeño camino de acera hasta llegar a la puerta principal. Saqué la llave de mi bolsillo izquierdo y procedí a abrir la puerta para entrar. Ya dentro fui directamente a mi cuarto que se encontraba en la planta superior. Entré, dejé mi mochila a un lado y salté directamente a la cama, cayendo boca arriba sobre esta.

Suspiré, cansado.

—Ugh... este día fue fatal. No puedo esperar a mañana para ir al bosque —dije, para luego bostezar y mirar por la gran ventana que estaba en medio de mi cuarto. Esta me permitía contemplar todo lo que está frente a mi casa—. Mmmm, el sol aún está poniéndose y mis padres llegan tarde hoy... creo que tengo tiempo para ir a dar un paseo por el pueblo.

Sin perder el tiempo, me levanté de la cómoda cama y me dirigí al armario. Mientras tomaba cualquier prenda que veía apta para vestirme, no pude evitar recordar como dentro de unos pocos meses terminaría por completo mis estudios universitarios.

—El tiempo ha pasado muy rápido últimamente —pensé en voz alta, terminando de tomar la ropa—. Muy pronto tendré que irme de casa para aventurarme en el mundo exterior y buscar un trabajo. Yo... no sé como sentirme. Tendré que dejar atrás todo lo conozco y explorar lo desconocido...

Sacudí la cabeza varias veces para deshacerme de esos pensamientos. Aún es pronto como para estar pensando en cosas así.

Me vestí con la ropa que tomé del armario y me contemplé en un pequeño espejo ubicado en una de las compuertas del mueble. Observé a un pastor ovejero australiano con ojos azul cyan, una altura promedio y una complexión semi delgada, quien llevaba un gorro de invierno ligeramente deslizado hacia atrás, una camisa a cuadros desabotonada sobre una camiseta negra por debajo, unos jeans bastante cómodos y unos tenis deportivos.

Sonreí ligeramente.

Tomé mi skateboard, que estaba recargado sobre la cama, y salí corriendo al exterior de mi casa. Después de tomar el suficiente impulso, me subí a la patineta y empecé a recorrer las calles de AutumnFields con una sensación de libertad. El viento soplaba suavemente en mi rostro y las ruedas de mi skateboard emitían un sonido rítmico al rodar sobre el asfalto. Me dejé llevar por la brisa y me permití disfrutar de la sensación de velocidad mientras me desplazaba por las calles y veía los árboles otoñales que se desvanecían detrás de mí.

Al cabo de unos minutos, finalmente llegué a una pequeña estación de gas. Con mi patineta en mano, entré a la pequeña tienda de víveres donde al abrir la puerta un agudo pitido me recibió.

Miré por unos momentos alrededor, confirmando que nada había cambiado aún.

Suspiré con una leve sonrisa y caminé hacia la caja registradora. Detrás de esta, había un oso pardo algo alto y ya viejo dándome la espalda. Se le veía un poco ocupado ordenando algunas cosas.

—¿Va a tenerme esperando toda la tarde señor D? —pregunté, cruzándome de brazos y mirándolo con una sonrisa confiada.

El oso, sobresaltado, apresuradamente se dio la vuelta. Se le veía un poco sorprendido.

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