II

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Los días pasan y hay heridas que no sanan, apesar de que el tiempo pasa, incluso si los años nos hacen supuestamente más maduros, hay hechos que nos marcan de por vida, no puedo dejar de preguntarme que hubiera sido de mi, si ese maldito hombre ni hubiera llegado arrebatar la vida de todas esas personas ese día, sería actor como lo soy hoy y si fuera así ellos estarían orgullosos de mi, el alcohol y el cigarro no se hubieran convertido en mi rutina, la que me junto con las demás cosas que ya sabemos me aisló de todos aquellos que algún día me ayudaron excepto de ella claro está. Hoy hace seis años de el último día que vi con vida a mi familia y como de costumbre iría al cementerio a llevarles flores, algo que no podía faltar, siempre le llevaba un ramo bien grande de girasoles enormes junto con unas rosas de color tenue, la combinación perfecta esa que mi madre adoraba llenar cada esquina de la casa.

–¿  Hoy vamos a llevarle flores a Rose y Albert ?– dijo ella asomándose a la puerta de mi habitación.

Yo le respondí en voz baja, ella fue hasta donde estaba yo, cogió mi corbata y le hizo el nudo bien, algo que a mí nunca me salió bien, me arreglo el peinado y me abrazo, ella siempre tenía la capacidad de decir las palabras exactas en el momento que necesitaba oírlas. Fuimos en su coche y a medida que íbamos llegando a llevarles sus flores todos las memorias de aquel día vinieron a mí.

Pude vernos ese día, éramos los tres más felices de todo el camino, recién habíamos acabado de salir del parque de atracciones e ibamos con dirección hacia la casa, pero yo había visto uno de esos juegos que tanto quería y prácticamente los empuje hacia dentro de la tienda, era una super tienda, donde antes de ir directo a lo que tanto yo quería mi madre fue a comprarse ese perfume que siempre usaba y que era su predilecto, luego de eso, lo agarre por sus manos hasta la parte de los juegos y en el mismo momento de que mi padre se disponía a pagar escuchamos unos gritos y disparos en esa parte de la tienda, todos nos tiramos al piso y aquel hombre que escondía su rostro detrás de un pasamontañas comenzó  a quitar todos los objetos de valor a quien estuviese en su camino, yo estaba en su camino, y él me lanzo como si fuera una ropa sucia hacia a un lado, mi padre rápidamente se abalanzó hacia el, tratando de neutralizarlo, pero el ladrón fue más hábil y fue cuando disparo a quema ropa contra él, mientras que al ver esta escena mi cuerpo se quedaría en pausa, los gritos de mi madre me despertaron del shock, ella comenzó al igual que todos a implorar por su vida mientras que se fue arrastrando hacia donde el cuerpo de mi padre estaba y mientras lo abrazaba con fuerza sus gritos de piedad desesperados eran más fuertes, el agresor la cogería por los brazos, la levantaría y después de sacudirla como si fuera un saco de papas la dejaría caer, en ese momento su mirada algo perdida por el golpe se fijó en mi y pude leer sus labios diciéndome que me escondiera y así lo hice, fui arrastrándome hacia al baño, tan solo sentí disparos unos detrás de otros, gritos más fuertes que otros, hasta que llegue a oír uno al que conocí perfectamente su voz, no pude recordar más nada hasta que la policía llegó al lugar y me encontraron tirado en el piso del baño, ellos me sacaron de allí y mientras me llevaban para afuera para preguntarme cosas vi todos esos cuerpos llenos de sangre, y vi a mi mamá, sus ojos eran de terror, su cuerpo estaba tirado en el suelo, pero ya no había vida en ella, me solté de las manos del oficial y corri hacia ella y la abrace, la llamé, le grité que despertara, pero no lo hizo, el policía nuevamente me agarraria está vez con mi ropa llena de sangre y me llevaría hasta afuera.

La familia de los Vyner estaban afuera de la tienda, al parecer fueron corriendo al sospechar que estábamos en aquel lugar, Johanne se desprendió del lado de la señora Lynda y fue hasta donde yo estaba y sin importar nada solo estuvo allí conmigo y así es hasta hoy aún recuerdo esas palabras que me dijo al oído.

– Todo estará bien te lo prometo.

Ya llegábamos al campo santo, los dos bajamos y con las flores en las manos fuimos hacia donde estaban enterrados, mis lágrimas salieron una vez más, mientras que ella agarro fuerte mi mano y le hablo a ellos.

– Voy hacer de todo por hacer que su hijo viva más.

Nos retiramos del lugar, y fuimos hacia la casa, pero ella no quería tristeza en el carro así que puso la música más alegre que encontró en la radio a esa hora y mientras manejaba tratando de bailar, hablábamos de  varias cosas, de nuestros miedos, de nuestros sueños y de eso que debíamos de cumplir antes de dejar este mundo algún día, mientras que mis palabras eran pocas y en muchas ocasiones monosilabicas, ella estaba atenta a todo. Éramos el dúo perfecto ella me daba ánimos todo el rato y yo era su compañía, algo que nunca cambiaría por nada del mundo, ella hablaba de esa promesa que me había hecho hacer y de mi deber cumpliendola, ella sonreía y junto  con ese brillo especial en su mirada iluminaba mis días y mi miedo a seguir viviendo desaparecía por momentos a su lado, ella era la luz en mi oscuridad, mi bote salvavidas en el naufragio.

– Si muero mañana tan solo quiero que sepas que estuve más tiempo gracias a ti Johanne– me miró fijamente y siguió el camino hacia la casa.

– Si muero mañana tan solo quiero que sepas que estuve más tiempo gracias a ti Johanne– me miró fijamente y siguió el camino hacia la casa

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Si muero mañana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora