VI. Inteligencia y fuerza

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La muchedumbre estaba en choque, la seguridad se arreció y comenzó la búsqueda del causante de tal irrupción, tanto así que no permitió la salida de los asistentes. El equipo médico arribó de inmediato para asistir al líder de los mediadores asterianos, sumido en inconsciencia total por el aparente dardo envenenado de su cuello. ¿Quién tendría razones para acabar con tan trabajada labor?

Entre tanto, en el cuarto de huéspedes del edificio, Aria y Nat estaban platicando para dejar el aburrimiento de lado y esperar pacientemente al fin de la reunión. Cuando Navy y Magnetar vieron que el movimiento exterior cambió bruscamente, observaron por un momento para saber qué hacer; después, sonaron las insignias.

—¡¿Qué rayos?! ¿Por qué ahora? —Nat exclamó de furia, no esperaba que lograran atravesar la seguridad del edificio.

—Se supone que no tendríamos de qué preocuparnos mientras la reunión se llevaba a cabo —Aria se asomó por la ventana y se topó con Navy y Magnetar—. Perdonen, esto es serio —dijo apresurada, el hidrófilo se molestó al instante.

—Ten más cuidado, Aria, no soy un muro en el que te puedas apoyar...

—Ey, vamos a ver qué pasa en el salón, seguro que necesitarán más refuerzos —propuso Nat, tenía una mirada determinada y su insignia bien asegurada en sus manos. Aria no sabía qué hacer.

—Pero ¿no crees que es mucho revuelo?

—Ay, ¿qué cosas dices? No me digas que no quieres echar un vistazo... se te nota en tus ojos, sé que estás ansiosa por salir de aquí —Nat miró suspicaz a la rastreadora, tanto Magnetar como Navy les seguían de reojo.

—No sé qué tienen estos dos, pero parece que fueran a aparearse... ¿qué crees? —le susurró Navy al lagarto.

—Hmmmm... es amor, aunque es muy diferente a lo que Aria me ha enseñado en las películas terrestres —respondió Magnetar, dejando frío a su colega. Volvieron a ver a sus rastreadores para saber qué decidieron.

En cuanto la indecisión menguó, Aria se levantó y les hizo una seña a los servidores para salir de la habitación. La movilización fuera del edificio no tuvo fin y las patrullas se arremolinaban sin cesar para proteger la sede. Sin embargo, a pesar del esfuerzo por hallar al culpable, los patrulleros no dieron con ningún rastro. El representante de Asterias seguía inconsciente, casi en coma, y los médicos hacían lo posible por identificar la sustancia que tenía el dardo para noquear a la víctima.

Rondando por las instalaciones se hallaba una liana violeta casi imperceptible a los ojos de los asistentes, pero fácil de ver para las cámaras. Uno de los vigías avistó el fenómeno, pero al tratar de salir, fue encerrado con seguridad y ahogado en una nube de esporas azules que lo adormecieron. La habilidosa intrusa fue por cada cuarto desprotegido y los bloqueó con trozos de leña que creaba de la misma liana, parecía buscar a alguien.

El onirófago del Cosmos estaba atento desde afuera del condominio y observaba la evacuación de los asistentes, supuso que el problema se originó adentro de la edificación y se extrañó al no tener noticias del estado de Elise o de los muchachos y sus servidores; por eso, pidió a uno de sus compañeros que mantuviera la guardia externa y optó por volverse una masilla fluida para infiltrarse en los ductos del complejo, así podría averiguar por su cuenta a qué se debía el escándalo.

Mientras tanto, desde las afueras de la sede, había una muchacha situada en uno de los parques aledaños y tenía los brazos y piernas cruzados, lucía un chaleco rojo y tenía la piel morena, con ojos perlados y cabello corto. Miraba de lado el alboroto en la sede, raramente interesada, sólo se dedicaba a pensar y a pasar desapercibida.

S.E.R.V.E.R.S. - I. Desarrollo (en revisión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora