Hola!

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Hola, mi nombre es Lana, soy una chica trans. Me costó mucho llegar a lo que soy hoy, una de las mejores diseñadoras gráficas independientes, muchos me ven hoy en día y piensan que toda mi vida fue un sueño, la verdad es que mi vida antes era un infierno.

Cuando tenía 6 años me gustaba jugar con mis vecinas, ellas eran muy divertidas, me ponían tutús y me maquillaban, yo me sentía hermosa.
—¡Luis!, ¿qué carajos estás haciendo, eres un mariquita o que?  — Dijo mi padre arruinando mi felicidad y asustando a mis amigas, esa noche no cene y recibí una golpiza de mi padre, el decía:
—No dejaré que te salgas del camino, tu debes ser normal, mi hijo no es un degenerado, un enfermo, eres solo un niño tonto y confundido, pero yo te ayudaré a ser todo un hombre.

Esa era siempre su excusa para golpearme por la mínima cosa que él considerara anormal o afeminada.
Recuerdo el día en que mi vida dio un cambio, en mi escuela estaba él, era un chico callado, alto, de pelo negro, moreno claro y sus ojos eran azules.

Me gustaba, aunque obviamente nunca dije nada, era un chico, ¿cómo yo podía sentir atracción por un chico?, no quería ser raro. Así que como la mayoría de cosas que me gustaban, lo oculte; no tenía amigos, tenía algunas amigas, pero también estaba a escondidas con ellas, ocultando todo de papá, buscaba un poco de comprensión en mi madre, pero ella no era de ayuda, decía lo mismo que mi padre, que tenia que ser un hombre hecho y derecho.

Unas semanas después hubo una "tardeada" en mi escuela, mi papá me dejó ir, lastimosamente las chicas con las que hablaba no fueron, tenían compromisos familiares, entonces él se me acercó.
—Hey, hola, te he visto antes pero no sé tu nombre. Me llamo Augusto, pero me puedes decir Gus.
— Hola Gus, yo me llamo Luis, me puedes llamar Lu, aún que solo tres personas me dicen así jaja.
Pasamos toda la tarde platicando, cuando nos fuimos me despedí de él con un golpecito en el hombro, yo deseaba besarlo, pero ni pensarlo, mi papá había ido por mí y si lo hacía, pensaría que era un enfermo, que estaba loco o algo por el estilo, así que solo me subí al auto viejo de papá.
— ¿Cómo te fue hijo?, ¿conquistaste muchas chavitas?
— Algunas pa, pero estoy enfocado en una.
— Ese es mi chico, no será difícil conquistar a tu morrita, las chicas son fáciles de impresionar.
Llegando a casa me recosté, repasaba mentalmente su rostro, sus expresiones, más que nada sus ojos, portales que me llevaban a conocer el cielo con solo verles.

Toda esa semana quedé con él para hablar de lo más casual, cualquier excusa era buena con tal de verlo, y así pasaron los días y las semanas, hasta que llegó el día. Fue en un convivio por el día de muertos en la plaza de mi pueblo, ahí me lo encontré, me separé de mis padres y nos fuimos lejos de la gente, del ruido. Ahí él me confesó sus sentimientos, yo estaba tan feliz, no recordaba la última vez que me sentí así, le confesé que yo me sentía igual y nos besamos, grave error.
—¡¿QUE PUTAS ESTAS HACIENDO LUIS?!
—Gus corre, es mi padre, no quiero que te pase nada, déjame aquí, estaré bien.
— Pero Lu…
—No digas nada solo vete antes de que llegue hasta aquí.
— VEN AQUI PEQUEÑO BASTARDO REPUGNANTE, NOS VAMOS A CASA.
Recuerdo haber buscado ayuda o compasión en mi madre, lo único que conseguí fue una mirada de desaprobación y asco, sabía que estaría castigado, posiblemente me sacarían de la escuela y me mandarían a un internado, pero lo que pasó no era para nada lo que esperaba.

No dijeron nada en el camino, pero cuando llegamos a casa yo sentía el miedo correr por mis venas, en cuanto cerraron la puerta empezaron los reclamos de mi madre.
—¿Cómo es posible?, ¿en qué fallamos? Eh, DIME ¿EN QUE FALLAMOS, QUE HICIMOS MAL PARA QUE NOS HAGAS ESTO, ESTAS ENFERMO O QUE TE PASA?
Yo solo agaché la cabeza, no dije nada, mi padre se acercó a mí, levantó mi rostro con su mano de una manera brusca.
—ERES UN MALDITO MAL AGRADECIDO, TE DIMOS TODO, TIENES TECHO, COMIDA, ESCUELA, LA CULPA LA TUVE YO POR NO HABER VISTO LAS SEÑALES.
Se sacó el cinturón y empezó a golpearme, realmente eso no era nuevo para mí, pero no podía evitar que doliera; mi padre consideró que el cinturón no era suficiente castigo, así que tomo un cable, creo era el de la plancha y siguió con los golpes. Por un momento se detuvo y pensé que se había acabado, pero no fue así.

Esta vez fue mi madre la que se acercó, me tomo por el pelo y me pinto la cara con un labial, me despojo de mis prendas reemplazándolas por un vestido y luego me golpeó con todas sus fuerzas. Se alejó y mi padre regresó, en sus manos tenía una varilla al rojo vivo, tomó mis pies y los comenzó a quemar, hizo lo mismo con mis manos y para terminar tomó el aromatizante en tubo del baño para introducirlo en mi cuerpo mientras mi madre seguía golpeándome con el cinturón en la cara.
—¿ESTO ES LO QUE TE GUSTA NO JOTITO?
Fue lo último que oí decir a mi padre antes de desvanecerme por el dolor, cuando desperté me encontraba en un hospital, desorientado, asustado, confundido y más que todo adolorido, no había sitio en mi cuerpo que no doliera.

Eres mi luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora