Eres mi luz

¿Dónde estoy?

Cuando desperté, vi un hombre alto, con una bata y unos papeles en las manos.
—Oh vaya, ya despertaste. ¿Cuál es tu nombre?, ¿tienes el número de algún familiar para poder avisar que estás aquí? —Me dijo aquel hombre
No dije nada, seguía observando mi alrededor.

—Disculpe, dónde estoy y quién es usted? —Dije con las pocas fuerzas que tenía.
—Bueno, yo soy el doctor Dan Navarrete, y tú te encuentras en un hospital.
El recuerdo de lo sucedido antes de llegar ahí volvió a mi mente. Un hospital. Mis padres preferían verme muerto antes que con un hombre, no podía parar de pensar en ello, ¿que iba hacer?, ¿ahora a dónde voy a ir?

Estaba tan perdido en mis pensamientos hasta que el doctor volvió a hablar.
—Si no gustas hablar en este momento está bien, tus signos vitales se ven bien, en unos momentos vendrán las enfermeras para revisar tus heridas. —Dijo disponiéndose a salir del lugar, pero recordé a un familiar que me daría asilo aunque fuera por un corto tiempo; era más abierto de mente que mis padres, por eso nos distanciamos, pero ella me había dado su número por si había alguna emergencia.

—E-espere… —Vacilé al decirlo. —Tengo el número de una tía, talvez ella pueda venir - dije con un poco de dificultad no tenía el mismo dolor que anoche, pero aún dolía.
—Perfecto, si gustas dármelo yo mismo me comunico con ella - dijo aquel hombre con una ligera sonrisa.
¿Quería que confiara en él?, posiblemente; con tranquilidad dicte el número y antes de que se retirará le pregunté:
—¿Cómo llegué aquí doctor?
Él me volteo a ver, lucía sorprendido.
—No recuerdas, bueno, una pareja te trajo en un triciclo, te encontraron en la calle mientras vendían pan, y decidieron traerte.

Me sentí tan triste y decepcionado, no sé por qué esperaba que mis padres hubieran hecho algo por mi después de darse cuenta de sus actos.
—Oh, gracias doctor.
—No hay de qué… —Hizo un gesto con sus manos, no le había dicho mi nombre aún.
—Luis, me llamo Luis.
—Okey Luis, hago la llamada y regreso con las noticias, descansa en lo que llegan las enfermeras.

En cuanto el hombre salió, mis lágrimas brotaron; mis padres, quienes se supone deben ser mi apoyo y ayuda; me golpearon como si fuera un costal y no conformes me sacaron de casa como si de basura se tratara para dejarme morir y estaría muerto de no ser por esa pareja de vendedores.

Lloré hasta quedarme dormido de nuevo, sentía que mi mundo se había venido abajo tan rápido; no quería despertar, soñaba con un mundo donde mis padres eran diferentes y no quería irme de ahí, no quería regresar; me sentía tan herido, traicionado, triste y sobre todo tenía miedo.

Abrí mis ojos, alguien me observaba, mire a la puerta y ahí estaba mi tía, se veía tan triste, sus ojos se cristalizaban con las lágrimas que querían salir de sus ojos.
—Hola tía. —Dije con un notable sueño.
—Hola chiquito. —Ah, tenía tanto tiempo desde que alguien me habló de esa forma tan dulce. —Oh mi pequeño angelito, ¿qué te paso?, ¿quién te hizo este daño?
Ella realmente estaba preocupada, no estaba segura de si decirle o no, sabía que era más tranquila y liberal, pero aún así tenía miedo, la ansiedad me consumía.
—Mi niño, si esto lo hizo mi hermano dímelo, sabes que soy muy diferente a él, estoy segura que tú no hiciste nada malo, mi hermano está enfermo y nunca lo va a aceptar, pero tú no tienes la culpa de sus males. —Su voz era tan dulce y sus ojos eran como una caricia al alma.
—Si tía, fue mi papá y mi mamá, ellos me hicieron esto. —No pude aguantar, otra vez era un mar de lágrimas, mi tía se acerco y me abrazo de la forma más delicada que pudo y lloramos.
Todo ese día ella se quedó conmigo, le pedí que no hablara con mis padres, también le conté lo que había sucedido; ella entendía mi situación, después de todo, ella paso por algo similar; así que me dijo que estaría para mí el mayor tiempo que pudiera. No podía dejar su trabajo de lado, lo bueno es que tenía seguro y no tuvimos que pagar nada, tenía que estar en observación unos dos días mas y me podrían dar de alta.