7.

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No llores, pequeño. 

Ya lo saben, sábado. 

Llegué al salón, lo mismo de siempre, idiotas  en cada esquina. Saqué mis audífonos y me recosté en la carpeta, llegué temprano, por muy difícil de creer que parezca. 

Tenía hambre y fui a la cafetería por unas galletas. Allí lo vi, llegando tarde y corriendo, hasta así se logra ver lindo. 

El timbre había sonado apenas un minuto antes y no lo querían dejar pasar.

—¿Trajiste el trabajo? Disculpa haberte hecho traer mis cosas, no puedo con mi lesión en la clavícula, lo siento tanto. Disculpe señor, asumo la responsabilidad ¿Lo dejaría pasar?— me dirigí nuevamente al hombre, vacilante, lo dejo ingresar con una advertencia. 

Lo acompañé a su salón, antes de irme pasó algo que todavía no proceso, sinceramente. 

—Gracias, no tenías por qué hacerlo— mientras caminábamos comenzó la conversación.

—No fue problema, tengo el historial limpio ¿Cómo no creerme? Tranquilo, no es nada— seguí caminando, ya casi llegábamos a su salón. 

—Mm, tómalo como agradecimiento— antes de poder procesar o emitir palabra, estiró su pequeño cuerpo y me dio un beso en la mejilla. Se fue sin escuchar más. Por la ventana de su salón, noté sus mejillas carmesí. Era un tonto, un tonto lindo.

Pasaron las horas, lo esperé a la salida. Quería darle mi número. 

Estaba desorientado mirando el cielo, no caí en cuenta cuando se plantó frente a mí.

—¿A quién esperas?— se acercó a mí, sus mejillas levemente sonrojadas. Lindo.

—A mi novio, todavía no lo encuentro— hice una pequeña burla y noté su rostro cambiar.

—Ah bueno, te dejo, suerte— se alejó de mí y entendí mi don innato para cagarla. 

—¡Aime, mon amour! No seas amargado, ¿Te acompaño? Tengo la tarde libre— hice una reverencia a su majestad, me saqué el sombrero imaginario y escuché su risa por primera vez. 

—Tonto ¿No te cansas de ser tan imbécil? Se nota que te gusto o al menos te parezco atractivo— clavó nuevamente sus piedras preciosas en mí. 

—No tenía la más mínima intención de esconderlo, me alegra que lo hayas notado, feto—sonreí y  él vaciló, cara sarcástica.

—Entonces, ¿Vamos? No te comeré— enrojeció— a menos que eso quieras, feto.

Pasamos por la feria, nos acercamos más. Subimos al tagadá y es historia, quiero guardarme esa sensación y sentimiento para mí. 


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⏰ Última actualización: Apr 09, 2023 ⏰

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