Recuerdos Ruidosos.

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Alicia caminaba por el amplio pasillo con determinación, el edificio estaba bien cuidado y era luminoso, de hecho más de lo que cualquiera pensaría dado la situación actual del país. El hombre encargado de su entrenamiento en la policía, Cortez, decidió llevarla personalmente al que, ella esperaba, sería su puesto fijo durante un tiempo.

El camino para llegar ahí había sido largo y lamentable, pero ahora tenía un objetivo que debía cumplir y nadie podría disuadirla, tocó la pulsera que una vez fue propiedad de su madre y sintió las cuentas entre los dedos.

Nunca supo cuales eran realmente sus orígenes, probablemente sus padres biológicos eran dos adolescentes sin oficio ni beneficio o dos adictos que decidieron dejarla en un hospicio, la infancia en esos lugares siempre era penosa, pero al poco tiempo tuvo la suerte de conocer a dos personas encantadoras que al parecer se enamoraron de ella y la acogieron como suya.

Los años posteriores fueron relativamente pacíficos y tuvo la oportunidad de crecer y formarse adecuadamente, todo eso fue antes de que los altercados en las calles de Colombia comenzaran a sucederse sin control. Sus recuerdos al principio eran borrosos, simplemente alguna noticia escabrosa y sus padres vociferando a la televisión. Siendo una adolescente un día en principio normal llegó a su casa después de comer con unos amigos para que su tía le informara que no volvería a ver a los suyos y que a partir de ese momento viviría con ella.

Según se informó después al parecer sus padres se dirigían a un colmado local cuando la onda expansiva de una bomba de fabricación casera los alcanzó, fueron llevados al hospital para simplemente certificar que los órganos habían sido demasiado dañados y no sobrevivirían más de una o dos horas. Todo simplemente para que los narcos del lugar marcaran presencia, solo un daño colateral.

Desde entonces dedicó su tiempo a investigar en qué momento todo se torció en su ciudad y se empapó de todo lo relacionado con un tal Pablo Escobar. Cuando fue lo suficientemente adulta se preparó e ingresó en la policía, pasando las pruebas físicas con facilidad, por supuesto su primera opción fue el grupo de antivicio, cuyo puesto en el mismo se ganó con creces. El problema era que no tenían recursos suficientes por lo que al poco tiempo le informaron que debían trabajar codo a codo con la DEA estadounidense.

-Ali? Ya hemos llegado, te presentaré a tus compañeros.

La voz del hombre mayor la sacó de su trance pasajero y asintió, su mentor automáticamente abrió la puerta y se encontró con una sala llena de documentos polvorientos y mesas separadas en las que cada cual se dedicaba a sus labores. Traspasaron la habitación hasta encontrar a un hombre con unos años más que ella que hablaba por teléfono. Era moreno, hombros anchos y ojos grandes y marrones con un bigote que acentuaba sus rasgos, portaba una camisa amarrilla con los primeros botones desabrochados y pantalones ajustados, su mesa contaba con múltiples tazas de café vacías. El sujeto parecía molesto, como si llevase horas en la conversación sin lograr nada, de repente notó su presencia despidiendo al receptor de la llamada, anunciando que se comunicaría más tarde.

Al observar a la mujer su entrecejo fruncido se transformó en una sonrisa que en su opinión resultaba algo fanfarrona. Cortez pasó a las presentaciones.

-Buenas agente, espero no llegar en mal momento, ella es la persona de la que le hablé, es de los mejores recursos de nuestra policía.

El hombre asintió con energía, dirigiendo su mirada de nuevo a la chica, la cual levantó la mano con intención de estrecharla. El individuo la aceptó sin contemplaciones.

-De hecho no podían llegar en mejor momento que este, estamos desbordados como acaban de ver, usted debe ser la señorita Hernández, mi nombre es Javier Peña, bienvenida a la DEA.

-De hecho no podían llegar en mejor momento que este, estamos desbordados como acaban de ver, usted debe ser la señorita Hernández, mi nombre es Javier Peña, bienvenida a la DEA

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