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Aonung llegó al clan con los nervios llenos de sobre exaltó y las ideas no muy esclarecidas dentro de su cabeza. Puso sus manos sobre su cabello e intentó ignorar lo que comenzaba a sentir de nuevo, pero todo era demasiado intenso, incluso más que al inicio, lo suficiente como para no poder ignorarlo. Miro hacia atrás y Neteyam no lo había seguido, no estaba ahí, su corazón comenzó a latir con más fuerza, se preguntó si regresar era buena idea, si dejarlo después de ese beso había sido lo correcto o solo se dejó llevar por los impulsos que últimamente parecían dominarlo. Estaba molesto consigo mismo, no entendía del todo lo que sentía y nunca se dio el tiempo para comprenderlo, se suponía que Neteyam no le gustaba en lo más mínimo, la única cosa que le causaba aparte de conflictos internos era lastima, una lástima aguda combinada con una curiosidad enorme, pero había llegado demasiado lejos.

Cuando cayó en cuenta de que sus actos seguidos habían sido precipitados y las acciones cometidas como abandonar a Neteyam tomaron peso en su conciencia, comenzó a caminar por la playa de vuelta hacia el otro lado de isla. Pero sus pasos se detuvieron cuando justo frente a el vio llegar al Omaticaya con el ceño fruncido y la molestia plasmada en su rostro, podía estar molesto por cualquiera de las dos cosas que había hecho, quizá besarlo, quiza abandonarlo o incluso podían ser ambas, había sido un idiota, un completo idiota. Cuando intento llegar a el su hermano se adelantó, Lo'ak corrió hacia Neteyam y lo revisó cuidadosamente haciendo que Aonung se quedara parado justo al frente de ambos. Lo'ak lo miro con desprecio, como común mente lo hacía, pero el otro nisiquiera levantó el rostro, no lo miro, no mientras estaba frente a el y tampoco cuando pasaron justo por su lado ignorandolo por completo.

Aonung sintió una punzada en el pecho que lo hizo desvariar y su respiración se fue haciendo más lenta conforme se quedaba estático, la confusión estaba ahí, como una astilla en medio de la uña y la carne, que podía sentir con claridad pero no ver del todo, recordó el beso y ese recuerdo probablemente lo torturaria hasta que el Omaticaya lo volviera a ver por lo menos. Unas manos tomaron a Aonung por sopresa haciendo que retrocediera con susto.

—Tranquilo —la voz era de Rotxo, podía reconocerla en donde quiera que estuviera. El Metkayina se giró para mirarlo y su amigo no pudo ocultar el rostro de confusión que tenía. —¿Todo en orden?

menari lu poan tsawke | aonunete Donde viven las historias. Descúbrelo ahora