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Tarde cayó sobre Neteyam demasiado pronto, habían pasado varias noches desde la última vez que no habia podido dormir en su totalidad y eso lo asustaba, el omaticaya sabía que si estaba logrando conciliar el sueño no era por nada menos que el hecho de que comenzaba a acostumbrarse a ese lugar y tenía sentido, habían pasado mucho tiempo en el clan de los Metkayina, ya no solo eran visitantes o personas extrañas ahora todos parecían comenzar a verlos con una normalidad que le generaba intriga. Sus padres comenzaban a ponerse demasiado cómodos y sus hermanos estaban comenzado a olvidar las costumbres que se les habían enseñado en el bosque, Neteyam sabía que habían perdido de su hogar por seguridad, no iba a discutir eso con nadie, pero algo en su interior nunca estaría del todo cómodo en ese lugar, no era por el clan, el océano o la rivalidad que aveces tenían con otros Metkayina, simplemente, el era un chico del bosque y aunque muchas veces nisiquiera decía lo que sentía por no ser una carga para sus padres, el bosque nunca saldría de su corazón con la esperanza de que en algún momento volvieran a el.

Con el paso lento Neteyam miro hacia atrás, como lo sospechaba y como sucedía desde el momento en que ellos llegaron Aonung iba tan solo unos centímetros por detrás de el siguiendo sus pasos. Quizá no quería ser obvio, pero lo era, era ridículamente obvio. El Omaticaya pudo haberle puesto un alto, le pudo haber dicho que era una locura o que simplemente el nisiquiera estaba interesado en alguien tan descortés como aveces podía ser el, pero seria mentira, Neteyam no era tonto, podía no hablar de lo que sentía pero eso no significa que no reconociera sus propios sentimientos, dolor, enojo, felicidad y amor, los tenía bien marcados cada uno de ellos y sabía como funcionaban, la cosa era que, por mucho tiempo o más bien durante toda su vida, lo único que le importaba era como se sentían los demás, dejando de lado por completo lo que el sentia y ahora que las cosas eran tan grandes, que Aonung le hacía sentir tanto en tan poco tiempo, tenía miedo, miedo de que se saliera de sus manos y terminara arruinando todo, no solo para el o para ellos, si no para todo el clan que les había dado refugio o incluso para el suyo a la distancia.

Aonung podía ser indiscreto, Neteyam tenía en claro que le llamaba la atención desde el momento en que llegaron y no porque fuera adivino, solo debía poner atención en la forma tan intensa en la que Aonung lo miraba todo el tiempo, en lo cerca que le gustaba estar de el o en el esfuerzo que ponía por no ser ignorado y era adorable, es decir, el hecho de que alguien con tanto "poder" en ese lugar además de tamaña hiciera cosas tan tontas solo para llamar la atención de otra persona le parecía simplemente adorable. Si Neteyam tenía que admitirlo desde el momento en que vio a Aonung comenzo a sentir algo por el, primero era curiosidad, una curiosidad tersa que te hace seguir los pasos de los demás y prestarles más atención de la que deberías, pero todo iba en aumento conforme pasaba el tiempo, el tono de su voz, la forma tan estupida en la que se reía casi de cualquier cosa, sus diferencias físicamente notorias y lo que más lo hacía soñar eran esos ojos azules que le recordaban al mar cuando los rayos de luz lo bañan. Todo estalló en el momento en que Aonung lo besó, porque no fue precipitado, tampoco a la fuerza, ahí estaba la dulzura que contenía y lo había envuelto con ella para besarlo sin hacerle ningún tipo de daño, Neteyam no estaba seguro de si eso estaba permitido ante los ojos de eywa, ante su gente o el clan en el que estaban, ante la naturaleza o el afán de ella por mantener intactos los ciclos de vida, pero se había dejado llevar, sin importar las conciencias o la gravedad y lo había hecho otra vez, pero no tardaría mucho la culpa en llegar.

menari lu poan tsawke | aonunete Donde viven las historias. Descúbrelo ahora