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Se dice que hay dos maneras de ver el mundo

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Se dice que hay dos maneras de ver el mundo. Dos clases de personas. Las que ven el vaso medio lleno, y las que ven el vaso medio vacío. Las que ven un lado de las cosas, y las que ven el otro. Todos tienen sus tendencias.

Es por eso que, aún si Luo Binghe puede verse como mitad humano, también puede verse como mitad demonio. Y esa mitad vaya que es digna de aquella pesada etiqueta.

Los demonios son pecadores natos. Son lo contrario a lo puro. Son el símbolo de la rebeldía contra lo que está bien. Ellos crean su propio mal. Y Luo Binghe también es capaz de hacer todo eso y más.

El día de hoy, podremos ver a Luo Binghe pecar como siempre lo hace. Pero no es un pecado malo, claro que no. O al menos no lo parece. Él solo es débil ante las tentaciones que le aparecen enfrente. Él solo es débil ante Shen Qingqiu y sus seductoras curvas. Débil ante aquel puro reflejo del fruto prohibido.

¿Pero saben qué? Al final del día, aun cuando aquella jugosa manzana no debía ser siquiera mordida, fue mordisqueada y consumida hasta que el vil pecador quedó satisfecho con su obra.

Shen Qingqiu era el fruto prohibido, ansioso por ser devorado. Y Luo Binghe, era el malvado pecador débil ante esas tentadoras curvas que le exigían ser maltratadas.

Si le preguntaras a Shen Qingqiu que amaba del sexo con su esposo, el castaño podía perderse en contar detalles y detalles que lo volvían loco en la cama

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Si le preguntaras a Shen Qingqiu que amaba del sexo con su esposo, el castaño podía perderse en contar detalles y detalles que lo volvían loco en la cama.

El como la voz del emperador se volvía más grave y ronca cuando lo seducía. El como sus ojos no reflejaban más que pura lujuria al verlo balancearse sobre su propio peso. El como sus grandes manos apretujaban su cintura al punto de que los moretones florecieran en su pálida piel. Oh, Shen Qingqiu amaba todo eso.

Y lo que ahora mismo daba lugar también lo volvía loco. Sentir la respiración de su amado chocar contra su nuca cuando este lo abrazaba por detrás, incapaz de esconder la dura y maciza erección que comenzaba a acariciar el muslo de su maestro.

Luo Binghe estaba caliente como el infierno mismo, y el corazón de Shen Qingqiu se derretía ante el simple pensamiento de que cuando su esposo estaba así, él era el único en el que podía pensar. Su esposo lo necesitaba, y eso lo excitaba tanto.

¡binghe, deja ya de llorar! ✷ bingqiuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora