2. Rosas blancas

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~Narra Leo.

-Papá, no quiero ir a clases hoy, ¿no puedo ir el curso que viene?- Dije mientras peleaba con mi padre en el coche.

-¡Hijo, ya te dije que deberas ir aunque no quieras!- Me dijo enfadado mientras aparcaba el coche enfrente del instituto.

Bajamos y fuimos directos hacia secretaria, donde nos esperaba el director junto a un profesor, mi nuevo profesor. Éste me llevo a mi clase, ese lugar en donde o encontraré un nuevo infierno o podré tener una vida decente, no como en ese antiguo instituto de Beil, ese lugar donde desearía no volver aunque me pagasen millones. Me rasqué la cicatriz en mi brazo, mientras que cambiaba mi cara, al darme cuenta que tenía que entrar a clase.

-Alumnos, hoy tenemos a un nuevo compañero, viene de otro país, aunque nació aqui, asi que tratenlo bien. Leo, pasa porfavor.- Comentó el profesor. Entré, lo más recto posible, ya que la primera impresión es lo que cuenta, ¿no? O eso dicen...

-H-hola, soy Leo, tengo 17 años, y vengo de Beil, al oeste.- Dirigí mi mirada hacia Kalo, mi buen amigo de la infancia. Llevo 4 años sin verlo, y encontrarmelo en mi misma clase me reconfortó bastante. El profesor me apuntó un asiento vacio y me pidió sentarme allí por el momento. Fui, y me senté al principio de la clase, junto a un grupo de chicas, la cual una de ellas se me acercó.

-Hola, soy Oriana, veo que eres bastante guapo, ¿te gustaría ser parte de nuestro grupo?- Dijo la chica. No parecía que tuviese mala intención, incluso era bastante mona, pelo largo negro liso, y esos ojos marrones, eran de un color marron café con leche, muy hermosos.

-No gracias, aunque no me importaría ser vuestro amigo.- Una de sus amigas se me lanzó para pedirme el instagram. Se lo dí, ya que no veía nada de malo en ello, y seguí a lo mio, a la clase principalmente, aunque el nivel de matematicas, que era lo que tenía los lunes a primera, vaya suerte la mía, era diferente en Beil, el nivel era más avanzado. Al cabo de un rato, me aburrí, asi que decidí mirar a mis compañeros; una de ellos me atrajo la atención, una chica de pelo castaño, ojos verdes y con un aura agradable.

Cruzamos miradas, y me puse nervioso, ya que no quería que ella pensará que la estaba viendo a proposito. Me hizo un gesto con la mano, para luego rodear los ojos y seguir a lo suyo. ¡Me hizo la peseta! ¡Una chica la cual no conozco me ha hecho la peseta!

De repente, Oriana me agarró del brazo para llamar mi atención; y empezamos a hablar sobre los exámenes y trabajos que ya había esa semana. Aunque a mí no me importasé esas cosas, la escuché atentamente, ya que escuchar a la gente es mi punto fuerte.

Acabaron las clases, y fui corriendo a saludar a Kalo, aunque fue un reencuentro bastante poco duradero, ya que se fue con esa "Chinchilla", así apodé a la chica con la que hice contacto visual y creo que le caí super bien (sarcasmo). Da igual, tengo que ir a mis extraescolares. Ese día tocaba canto y guitarra, asi que salí corriendo hacía allí.

~○~
-¡Leo! ¡Leo, por aquí!- Gritó una voz cerca de la entrada de mi conservatorio. Era Karla, mi vecina, que me acompañaba, ya que ella tocaba el violin. También estaba Abel, su hermano pequeño, pero estaba de viaje con su clase a no sé donde. Entramos, pero cada uno se fue a su clase, ya que tocabamos instrumentos diferentes. Lo primero que tuvimos que hacer es canto, la verdad es que no me alegró, ya que siempre haciamos calentamientos cada vez más largos, y la profesora me usaba de ejemplo para las clases más difíciles.

Acabé con la voz y las manos reventadas y por si fuera poco, a 20 minutos de acabar la clase, entró por la puerta Oriana, mi compañera de clase.

-¡Hola Leo! No sabía que estabas aquí.- Me dijo alzando la mano para un "chocala".

El Recuerdo del AyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora